domingo, 23 de junio de 2013

correos XX barthes y la disertación

Más sobre la reunión en E y C.

Leo este pasaje de "Barthes por Barthes" sugerido oportunamente por C.

"..la disertación (el artículo sobre algo) es como una inmensa escoria. La pertinencia menuda (si la hay), sólo aparece en los márgenes, los incisos, los paréntesis, al sesgo: es la voz off del sujeto."

Otra vez, pienso, la intensión al asalto (fecundo) de la  extensión. Pero si no “disertamos” tampoco habrá “margen”, “sesgo”, alertan algunos. Tal vez, aunque hay otras hablas por fuera de  la disertación. Esto no apunta centralmente a la presentación sino a algunos argumentos que pudieron escucharse   provenientes de la "platea" . La disertación no necesita del estrado, aunque le sienta. Es una manera de hablar. Si nos obstinamos en el lenguaje denotativo (las irrisorias pretensiones científicas, la definición, el faenado del discurso para convertirlo en manual de procedimientos) seguiremos aplastando “la voz en off del sujeto”.

Saludos, n

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correos XIX lo público y la transferencia

Algunas anotaciones a partir de la idea de “apertura al público” de la  última reunión. Nuevamente, son “sin editar”,  es decir, fragmentarias, desordenadas, sin conclusiones, ni propuestas. Al final un comentario que quise titular Contra la transferencia. Aunque más “armado” también un borrador.
Saludos hasta el viernes. n

- hacer pública una reunión, una interlocución o como se llame no es solamente para ser escuchados por otros sino para escuchar. No es tampoco para que se refleje en otros sino para que pueda refractarse en otros. Para encontrar no un coro sino ecos, resonancias. La público quizás responda también a una necesidad de alteridad.

- el problema histórico del “público” en las instituciones analíticas es que siempre estuvo enredado con la  busca de clientela o seguidores – o partidarios, decía Freud, término  poco feliz.

- hay imaginario – afinidades, simpatías, etc. etc – “simbólico” – programas, estatutos, actas fundacionales, pero lo que regula verdaderamente el lazo social es la falta. Es algo a tener en cuenta al pensar lo público.Ver Blanchot: lo que sostiene una comunidad como tal es que todos son mortales. Lo dice a su modo y con sus propias obsesiones. En cualquier ese real requiere cierta ascesis, o por lo menos alguna abstinencia. No cinismo ni crueldad. 

- Lo verdaderamente público, lo genuinamente anárquico es sin transferencia. Quiero decir: sin esa transferencia que se agita profusamente y que no es más que respuesta  a la demanda de amor y confort en la cohesión de la masa.

- La canallada hace su agosto del deseo neurótico de familia, familia que más temprano que tarde se revela infierno.

- Interrogar una vez más la oposición público privado. Lo público no es la masa. El sujeto es público. La palabra es siempre pública. La idea de lo privado, de la  vida privada, quizás no sea sino una extensión, una prolongación en la “superestructura”, de la propiedad privada. Tradición familia y propiedad o Dios Patria y Hogar no son por puro azar consignas históricas de las derechas. La familia sigue siendo el dispositivo privilegiado de transmisión política y por supuesto de la propiedad privada. El dispositivo, provocaba Foucault, de los afectos obligatorios. “A los niños los cría el estado” era el terror, infantil precisamente, que solía agitarse respecto del comunismo. Rousseau fue un pionero menos publicitado.

- Se insiste demasiado con el carácter anónimo del poder económico capitalista, pero, como en la mafia, la familia enseguida despunta cuando se comienza a tirar de los hilos. Y si no es la de sangre – las monarquías están en sus estertores – es la familia de los “amigos” o de las  instituciones que funcionan bajo el modelo de aquella. Los negocios, la política, funcionan entre “amigos”. “Bajo transferencia” podría decirse si se acepta el exceso. "El falo circula" en forma de favores, contraprestaciones, y otras reciprocidades.  Parecen públicos, pero siguen siendo privados. El amiguismo es a la amistad, lo que las masas son a lo público.

- Convendría desprender la soledad y la intimidad, de lo privado. Nuevamente el arte puede ser paradigma de continuidad de lo íntimo o la soledad o lo solitario, y lo público. Si  la extimidad lacaniana pasa de ser un dibujito de topología a una dimensión de la  subjetividad o el pensamiento (me disculpo por los términos) podría sacar de una buena vez la cuestión de lo público y lo privado de los “ámbitos” y los “dispositivos” y referirlos al discurso y su movimiento.

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correos XVIII arte, teoría, psicoanálisis 2


My Dear J: pocas veces una argumentación aparentemente “en contra” – algunos tramos por lo menos entendí que hacen contrapunto con algunas consideraciones que envié – me parecieron tan  “a favor”.

Por supuesto se trata de puntos de vista, como señala por ahí R. Laing: puntos desde donde se ve. No hay sólo uno, y uno mismo puede ir desplazando su punto de vista o de mira cada vez. No se trata de eclecticismo o tibieza sino de movimiento. Precisamente, de liberarse de la  teoría.

El lenguaje de cada uno – quizás sería más ajustado decir lo que cada uno dice – está ciertamente poblado de  contradicciones flagrantes en el terreno lógico. No me aflige. Al contrario: es por ahí por donde progresan las prácticas: políticas, artísticas, también científicas. Detrás vienen los lógicos – cuando no son dinosaurios del tipo M. Bunge – a intentar escribir una lógica de eso nuevo que salió a la luz.

La dirección de la  cura es precisamente la que el acto de hablar traza (lo digo así porque para mí es importante aquí que el genitivo no oscile) 

La teoría, más que en el resto, la situaría en el lugar de la  escoria – abusando de esa distinción que hace Lacan en el seminario. Me parece un movimiento de sutura de ese des-encuentro que es siempre el “encuentro” del sujeto con lo real. Me resulta, sí, arrogante y ridícula en sus pretensiones. Pero en fin, no voy a insistir en eso.

Pero bueno, coincido absolutamente con lo que decís del trazo, del toque y es una  ilustración realmente  lúcida de  lo que es un  decir! – aclarar que es de cada uno es ya, seguramente una redundancia.  Y nunca estudiaron!! Qué se puede agregar a esto?

Un abrazo, n

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correo XVII arte teoría psicoanálisis

Me gustó, C., lo del camino estrecho. Es el que vale la pena. Es intentar hablar en el borde donde la palabra emerge, no en la holgura de lo que ya ha sido dicho y aprobado.

De todas formas sabemos perfectamente que no hacemos más que leer a los que han sabido sostenerse en esas estrecheces y que por eso mismo fueron ninguneados o adulterados y desactivados (¿qué será peor?). Eso ya es mucho, demasiado, para  los tiempos que corren y  para los lugares que solíamos o solemos frecuentar, como le gusta decir a la crónica policial.

Poner la incomodidad, el malestar, lo espinoso (sigo citándote), negro sobre blanco, es el camino o lo que puede hacer camino.  

Coincido totalmente con Barthes respecto de las ficciones teóricas, novelas, mitos, etc. Es que La Teoría es la arrogante. Es pour la gallerie que reconoce su carácter ficcional o de representación auxiliar. Íntimamente se pretende universal y científica, muchísimo más que la ciencia misma, absolutamente consciente ésta, de las condiciones siempre particulares de lo que articula (aún cuando esa particularidad resulte enorme). Por eso La Teoría puede funcionar políticamente como funciona.

Lo que La Teoría no acepta es que haya tantas “representaciones auxiliares” como practicantes. ¡Así sería imposible entenderse! brama, consciente que eso sería su fin, como teoría y como política.

Comenté en mi correo la carta de Winnicott a Melanie Klein. Transcribo algunos tramos porque están en el meollo de estas cosas. No es casual que sea J. Jinkis el que la cita en su artículo “Nuestra inclemencia intelectual”, en “Indagaciones”, consagrado – diría – a las cuestiones que estamos discutiendo:

“… puedo advertir lo molesto que resulta, cuando algo se desarrolla en mí por mi crecimiento y mi experiencia analítica, que mi deseo sea el de expresarlo en mi propio lenguaje. Es molesto porque yo supongo que todo el mundo quiere hacer lo mismo cuando sabemos que en una sociedad científica uno de los objetivos es encontrar un lenguaje común. Sin embargo, este lenguaje debe mantenerse vivo, ya que no hay nada peor que un lenguaje muerto… En correspondencia con mi deseo de decir las cosas a mi modo hay algo de parte suya, a saber, la necesidad de que todo sea reformulado en sus propios términos… Creo que es muy importante que su obra sea reenunciada por personas que realicen los descubrimientos a su manera y que presenten lo que descubren en su propio lenguaje. . Sólo de ese modo se mantendrá vivo el lenguaje. Pero si usted estipula que en el futuro únicamente sea su propio lenguaje el que debe ser utilizado para la enunciación de los descubrimientos de otras personas, el lenguaje se convertirá en un lenguaje muerto, como ya se convirtió en la Sociedad. Le sorprendería saber cuántos suspiros y gemidos acompañan toda reenunciación de los clisés sobre los objetos internos por parte de quienes voy a llamar kleinianos. Sus propias formulaciones, desde luego, se hallan en una categoría muy distinta, ya que se trata de su obra personal y a todo el mundo le complace que usted tenga su propia manera de enunciarla.”

Seguramente han leído estos tramos y el artículo de Jinkis. Yo volví a leer (el artículo) y me dí cuenta, C., el “influjo” como diría el viejo Freud, que tiene no sólo sobre vos sino sobre todos nosotros lo que escribe ese tipo.   

Ahora bien, no comparto la frase de Schlegel. No comparto que sea mortal para el espíritu no tener un sistema. Si lo fuera no lo sería del mismo modo (que “lo mortal” de tenerlo). No me parece terrible que sea mortal, más bien lo veo promisorio. No creo que sea posible reunir el no tener un sistema con tenerlo.

Sí, es la lógica del caldero. Espero poder demostrar (eso dije demostrar; es parte de esa misma lógica no descartar recurrir a la demostración) que no está por debajo de la  lógica limpia de los lógicos. Dicho todo esto bastante en broma pero un poco en serio.

Quiero decir: la frase de Schlegel me parece correcta y esa corrección ya muestra la hilacha. Creo que hoy, y subrayo el hoy, no es lo mejor conciliar con ningún sistema incluidas todas las resonancias que ese término tiene. Quiero decir que a los sistemas le sobran defensores malgré los desastres que han ocasionado en el campo de la  política y del saber. Hay una frasecita de Jinkis que me gustó mucho al respecto pero no quiero abusar de las citas. Preferiría adentrarme en Bataille, y sobre todo en Deleuze y Klossowski, también en Foucault por supuesto, que me parece que se han metido de cabeza en esta cuestión. Eso será para la próxima. Queda también la cuestión del acto y los actos que planteaste, C., y que en distintos momentos apuntó R. en las reuniones.

Les reitero – una vez más – lo mucho que me importa esta discusión y mi deseo de que prosiga. Un abrazo a todos. n

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correos XVI marí 2

Hola, aquí va la continuación. Concluyo primero este pasaje del Libro de ausencias:

 “Que el autor de un texto esté ausente de lo que ha escrito y que sea el lenguaje el que escribe – cumpliendo la orden de la  sintaxis y la estructura de la  lengua con una indiferencia impertinente hacia lo que escribe – puede parecer una broma escatológica, ya que lleva a pensar que quien escribe no es uno mismo – una voluntad nuestra – , sino una instancia desconocida que viene a ocupar nuestro lugar y escribir por nosotros (como creía Baudelaire una vez escrita la experiencia musical que le proponía R. Wagner)  … Marina Tsvietáieva dice: ‘El poeta no sabe lo que dirá, y a menudo tampoco sabe qué dice. Y no lo sabe hasta que lo ha dicho, y lo olvida cuando ha acabado de decirlo’ . Y Don Delillo afirmaba en una entrevista reciente: ‘Hay veces que las frases parecen escribirse ellas mismas, sin que yo sepa exactamente de dónde surgen. También me ha ocurrido que la estructura de la  novela se despliega delante de mí sin que intervenga la voluntad. Es una especie de revelación.’”

En fin, pasa Marí por Platón, por san Juan de la Cruz, por Valery, por Keats,  por Elliot, siguiendo el mismo hilo; por el mismo Deleuze, de quien transcribe una cita que, si no recuerdo mal, trajo R. en una ocasión: “Decir alguna cosa en nombre propio es muy curioso, porque no es en absoluto en el momento en que uno se toma por un yo, una persona o un sujeto, cuando habla en su nombre. Al contrario, un individuo adquiere un verdadero nombre propio como consecuencia del más severo ejercicio de despersonalización, cuando se abre a las multiplicidades que lo atraviesan de parte a parte y a las intensidades que lo recorren”.


Hay también una referencia a Zweig – a quien personalmente (y prejuiciosamente) tenía más bien relegado en mi consideración hasta que leí en estos días un texto sobre Nietzche que me resultó deslumbrante – a una conferencia que dio (¡en Buenos Aires!) en 1940, “El misterio de la  creación artística”:

“El artista no es amo de su razón, ya que toda creación verdadera sólo ocurre mientras se encuentra hasta cierto grado fuera de sí mismo, cuando se olvida de sí mismo… la palabra griega éxtasis significa estar fuera de sí mismo

La proximidad de estas palabras con El pensamiento del afuera es indudable. Si Foucault las leyó o se inspiró en ellas me parece que no tiene mayor importancia.

Marí resume su recorrido, sin agregar mucho tal vez, pero de un modo muy pertinente y muy claro:

“ La práctica de la  poesía y de cualquier arte sería, pues, un proceso de despersonalización, una renuncia a la identidad propia, al lenguaje que ha hecho posible la construcción de la  identidad; renuncia a las constricciones que la misma identidad impone y una liberación de las potencias de la  vida (de la  palabra) que se despliegan por todos los ámbitos de la  existencia, mostrando la capacidad de ordenar el mundo bajo una cifra nueva y desconocida … a costa de la  identidad y la personalidad del poeta.”

Hay otra vía, muy próxima a ésta, pero que acentúa no tanto “la inspiración” sino la actitud del poeta, lo que llamaríamos situarse en cierta posición, y sobre todo – cuestión también de una proximidad notable con nuestra práctica – la libre asociación y la suspensión del juicio:

“[Sobre] el don de la  asociación … dice Yeats: lo que uno debe hacer es dejar que las imágenes se formen libremente en asociaciones, antes que intervenga el espíritu. Y trae a colación una carta olvidada de Goethe:

‘Si uno interviene demasiado pronto en un sentido crítico, estas asociaciones no se forman. Si se suspende toda facultad crítica – yo lo he podido descubrir … y si puedes suspender incluso el deseo y dejar que se formen según su voluntad absolutamente libre…’” etc.

Cita luego un texto de  otro catalán, Maurici Pla: “… la imaginación analógica [es también el título del libro de Pla] en cierta manera es un fenómeno parecido a la asociación libre … que permite que el pensamiento se escurra por unas rendijas por las cuales el logos nunca podría hacerlo”.

Sin duda este tipo – es un contemporáneo – está completamente próximo a Breton  (sobre el que ha trabajado) y la escritura automática, para mi gusto denostada muchas veces con recursos un poco burdos.

En la próxima les comento entonces algunas impresiones que me quedan de estas breves observaciones sobre las condiciones de la práctica artística. 

Un saludo cordial,n

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correos XV
Antonio Marí

Hola, un saludo a todos en el nuevo año.
Les cuento de un libro que leí en estos días que viene particularmente a cuento de la discusión que supimos conseguir en E y C (poesía, arte/ psicoanálisis) y con nuestro tema inicial y permanente tal vez, el del sujeto y la palabra, del cual el del discurso y el autor no sea sino un apartado.

El libro se llama Libro de ausencia. Es de un catalán, Antoni Marí. No sé si recomendarles el libro mismo. El tipo es una suerte de profesor que se ha topado con la falta de un modo más bien brusco – la historia, la breve historia que dio lugar al libro, es el suicidio de un amigo – y descubre o redescubre a Beckett, a Mallarmé, a Cézzane (hay una cita exquisita que enseguida les voy a transcribir) y a nuestros frecuentados Derrida, Deleuze, y el mismísimo M. Foucault. Escribe lindo aunque a veces da la impresión que quiere hacer un tratado de lo intratable.

Pero el tema no es ese sino pasarles un par de pasajes que valen la pena por bien escritos y, como les decía, por lo próximos que están a nuestras inquietudes:

“Me vinieron a la memoria una palabras del pintor Cézzane: ‘El arte es una armonía paralela a la de la naturaleza. El artista también, siempre que no intervenga deliberadamente. No tiene que haber más deliberación que el silencio. El artista tiene que conseguir que por dentro callen las voces de todos los prejuicios, tiene que olvidar, crear silencio, y ser un eco perfecto, Entonces el paisaje se inscribirá en él’  [El subrayado es de Cézanne]

Las palabras del pintor me habían llamado la atención por su secreto hermetismo, y ahora las entendía: Cézanne se situaba ante la forma de las cosas y las contemplaba sin que el entendimiento interviniera y pintaba lo que veía sin la ayuda de lo que sabía de ellas.”

Casi en el otro extremo del libro está la referencia a Mallamé, notablemente próximo a Cézzane aunque sus “artes” no sean las mismas:

“… viene a mi encuentro Stéphane Mallarmé, el poeta más ausente de todos los poetas, el que nunca estaba donde se la suponía, pero sabía muy bien desde donde hablaba: ‘La obra pura implica que el poeta desaparece como locutor, cediendo la iniciativa a las palabras, que, movilizadas por el choque de su desigualdad, encienden recíprocos reflejos como un reguero virtual de fuego en la pedrería, sustituyendo la respiración perceptible del antiguo aliento lírico, o la entusiasta dirección personal de la  frase’. Dar la iniciativa a las palabras es dejar, pues, que se junten, se ordenen y se dispongan como ellas quieran sin la intervención del escritor. Mallarmé se refiere al poeta como alguien que cede la iniciativa a las palabras y permite que el poema se estructure por sus propia fuerzas, inherentes o interactivas, y se componga y se construya a expensas del poeta, rechazando la centralidad del sujeto y conduciendo el lenguaje más allá del discurso. El poesía prescinde de referencias … al autor, que muestra en él su propia desaparición en favor de la  palabra y la desaparición está inscrita de manera viva en el poema.”


En la misma línea Marí evoca a R. Llull, considerado algo así como el fundador del catalán literario, a nuestro próximo Barthes, a Baudelaire, a M. Tsvietáieva, una mártir del estalinismo, a De Lillo, a Elliot:

“‘La palabra habla’ dice Llull en el Libro de la  contemplación. En el ensimismamiento uno no tiene poder sobre la palabra y la palabra se libera del sujeto. ¿La palabra habla sin que nadie la sostenga, independiente de la  identidad de quien la pronuncia? Presencia de la  palabra y ausencia del poeta.
Cuando se relata un acontecimiento sin ninguna otra voluntad que el ejercicio de la  escritura, cuando el poema se escribe por el sencillo gozo de hacerlo, ‘la voz pierde su origen, el autor entra en su propia muerte’ dice Roland Barthes, y pierde el poder sobre el lenguaje, el poder sobre aquel lenguaje que le ha permitido construir su identidad consuetudinaria y social. El prestigio del texto no es del autor, entonces, sino de la lengua, del lenguaje que utiliza; del estilo, que no es el hombre [no está nada mal esta vuelta ¿no?]. A pesar de todo, parece que el prestigio lo da ‘la persona humana’  que firma el texto de la  escritura: su historia, sus gustos, sus pasiones. Pero el autor está ausente del texto que ha escrito, y quien habla – la persona histórica –, lo  que escribe, quizás da autoridad al escrito, pero es un error confundirlos. Tras el texto no está aquel que creemos su propietario; el propietario del texto es el lenguaje, y también es el que lo lee y se apropia de él y puede cambiarle la vida. Por todo ello, si escribir consiste en llegar a la impersonalidad, quizás leer supondría alcanzarla.”

Bueno, corto momentáneamente aquí para que no os atosiguéis, como dijera nuestra venerable ex mandataria. Enseguida continuaré. Un cordial abrazo a todos. n


correos XV antoni marí

Hola, un saludo a todos en el nuevo año.
Les cuento de un libro que leí en estos días que viene particularmente a cuento de la discusión que supimos conseguir en E y C (poesía, arte/ psicoanálisis) y con nuestro tema inicial y permanente tal vez, el del sujeto y la palabra, del cual el del discurso y el autor no sea sino un apartado.

El libro se llama Libro de ausencia. Es de un catalán, Antoni Marí. No sé si recomendarles el libro mismo. El tipo es una suerte de profesor que se ha topado con la falta de un modo más bien brusco – la historia, la breve historia que dio lugar al libro, es el suicidio de un amigo – y descubre o redescubre a Beckett, a Mallarmé, a Cézanne (hay una cita exquisita que enseguida les voy a transcribir) y a nuestros frecuentados Derrida, Deleuze, y el mismísimo M. Foucault. Escribe lindo aunque a veces da la impresión que quiere hacer un tratado de lo intratable.

Pero el tema no es ese sino pasarles un par de pasajes que valen la pena por bien escritos y, como les decía, por lo próximos que están a nuestras inquietudes:

“Me vinieron a la memoria una palabras del pintor Cézanne: ‘El arte es una armonía paralela a la de la naturaleza. El artista también, siempre que no intervenga deliberadamente. No tiene que haber más deliberación que el silencio. El artista tiene que conseguir que por dentro callen las voces de todos los prejuicios, tiene que olvidar, crear silencio, y ser un eco perfecto, Entonces el paisaje se inscribirá en él’  [El subrayado es de Cézanne]

Las palabras del pintor me habían llamado la atención por su secreto hermetismo, y ahora las entendía: Cézanne se situaba ante la forma de las cosas y las contemplaba sin que el entendimiento interviniera y pintaba lo que veía sin la ayuda de lo que sabía de ellas.”

Casi en el otro extremo del libro está la referencia a Mallamé, notablemente próximo a Cézzane aunque sus “artes” no sean las mismas:

“… viene a mi encuentro Stéphane Mallarmé, el poeta más ausente de todos los poetas, el que nunca estaba donde se la suponía, pero sabía muy bien desde donde hablaba: ‘La obra pura implica que el poeta desaparece como locutor, cediendo la iniciativa a las palabras, que, movilizadas por el choque de su desigualdad, encienden recíprocos reflejos como un reguero virtual de fuego en la pedrería, sustituyendo la respiración perceptible del antiguo aliento lírico, o la entusiasta directo personal de la  frase’. Dar la iniciativa a las palabras es dejar, pues, que se junten, se ordenen y se dispongan como ellas quieran sin la intervención del escritor. Mallarmé se refiere al poeta como alguien que cede la iniciativa a las palabras y permite que el poema se estructure por sus propia fuerzas, inherentes o interactivas, y se componga y se construya a expensas del poeta, rechazando la centralidad del sujeto y conduciendo el lenguaje más allá del discurso. El poesía prescinde de referencias … al autor, que muestra en él su propia desaparición en favor de la  palabra y la desaparición está inscrita de manera viva en el poema.”

 En la misma línea Marí evoca a R. Llull, considerado algo así como el fundador del catalán literario, a nuestro próximo Barthes, a Baudelaire, a M. Tsvietáieva, una mártir del estalinismo, a De Lillo, a Elliot:

“‘La palabra habla’ dice Llull en el Libro de la  contemplación. En el ensimismamiento uno no tiene poder sobre la palabra y la palabra se libera del sujeto. ¿La palabra habla sin que nadie la sostenga, independiente de la  identidad de quien la pronuncia? Presencia de la  palabra y ausencia del poeta.
Cuando se relata un acontecimiento sin ninguna otra voluntad que el ejercicio de la  escritura, cuando el poema se escribe por el sencillo gozo de hacerlo, ‘la voz pierde su origen, el autor entra en su propia muerte’ dice Roland Barthes, y pierde el poder sobre el lenguaje, el poder sobre aquel lenguaje que le ha permitido construir su identidad consuetudinaria y social. El prestigio del texto no es del autor, entonces, sino de la lengua, del lenguaje que utiliza; del estilo, que no es el hombre [no está nada mal esta vuelta no?]. A pesar de todo, parece que el prestigio lo da ‘la persona humana’  que firma el texto de la  escritura: su historia, sus gustos, sus pasiones. Pero el autor está ausente del texto que ha escrito, y quien habla – la persona histórica -, lo que escribe, quizás da autoridad al escrito, pero es un error confundirlos. Tras el texto no está aquel que creemos su propietario; el propietario del texto es el lenguaje, y también es el que lo lee y se apropia de él y puede cambiarle la vida. Por todo ello, si escribir consiste en llegar a la impersonalidad, quizás leer supondría alcanzarla.”

Bueno, corto momentáneamente aquí para que no os atosiguéis, como dijera nuestra venerable ex mandataria. Enseguida continuaré. Un cordial abrazo a todos. n

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domingo, 16 de junio de 2013

correos XIV teoría literatura discurso

¿Históricamente, qué función han tenido las teorías? No les parece una pregunta foucaultiana? (quiero decir “buena”)

Las teorías ¿dieron algo a luz alguna vez, o fueron más bien el esfuerzo, fallido siempre, de expresar y entonces transmitir, algo? No voy a repetir la reiterada anécdota sobre Einstein explicando la relatividad. ¿No podría decirse que esa explicación – que una vez entendida ya no era la relatividad – era, en efecto, la teoría de la  relatividad?

La relatividad es la intuición de un loco, creo que no le va del todo mal el término, el loco Einstein, que hizo pedazos el imaginario de un tiempo absoluto forzándolo a entrar en esa picadora de carne que es la matemática. No sé nada de matemáticas ni de física, pero no creo que a esos enjambres de fórmulas corresponda llamarles “teoría”. No porque “no se deba”. Cada uno está en su derecho de llamar como se le cante a lo que sea, lo que digo es que el uso del término teoría nunca dejó de asociarse a la explicación y a la argumentación. En el caso de la ciencia, explicación, relato, de una experiencia con o en un real de la que no sabemos demasiado y que, según dicen, “las letras”, podrían “fijar”.

Después está la teoría como género literario que habría que aproximar al ensayo, y que, un poco abusivamente para mi gusto, suele caratularse como “no ficción”.  Me parece que fue Lacan el que introdujo el uso de la construcción “literatura analítica”, en todo caso el que lo difundió. Sin duda le gustaba hablar de teoría y usaba el término profusamente aunque creo que no se inclinaba a hablar del retorno a Freud como algo que estuviera en el nivel de la  teoría. De esa frase que citás, C., “la esencia de la  teoría….” hay tanta tela para cortar ¿no?: esa “esencia” que es el discurso sin palabras ¿es todavía teoría? ¿La parte que no sería “esencia” en verdad no es ya otro discurso?  Porque en otro pasaje cambia y dice el discurso mismo, “el verdadero discurso, es un discurso sin palabras”. En fin…

Borges alguna vez dijo que el psicoanálisis era la mitología de nuestra época, agregando con su inveterada malicia: “claro que es una mitología un poco triste”.

Bueno, como género literario no es por supuesto el que me resulta más atractivo. Pero viene al caso decir, a propósito de esto, que si algo resulta, sí, atractivo y verdadero en Foucault y no sólo en Foucault, en Deleuze, en Bataille, en Barthes, en Klossowski y siguen las firmas – y no hablemos de Nietzche – es que asumen, cada uno a su modo, la singularidad de su decir, lo cual necesariamente se manifiesta en una poética. Son sus posiciones respecto del saber las que repudian la soberbia y el prosaísmo de la  teoría y resultan por eso mismo poéticas. No están ordenadas, por ejemplo, por la lógica de la  no contradicción, o por cierta estabilidad o permanencia de las argumentaciones (“pero si mis argumentos están hechos para disolverse”, Foucault) ni por el ordenamiento jerárquico de las nociones (Deleuze y el pensamiento rizomático, etc) exigen un lazo a la verdad que es casi la contracara de la posición del Autor en el ensayo (“sólo puedo leer con mi sangre un libro escrito con sangre” de Bataille sobre la Gaya Ciencia”), y ni qué decir del mejor (no digo del “último” para que no se enojen los que practican una lectura “sincrónica y estructural”) Lacan. Todo esto para el saber teórico no puede más que llamar a risa o en todo caso a decir que es pura retórica en el sentido más devaluado del término. Y aunque Freud se haya empeñado en hacer buena letra no engañó a los señores del saber: era un saber que no entraba en el saber.

Hay más cuestiones a considerar: ese par teoría/práctica que siempre se presentifica cuando se habla de teoría, (o peor aún  el de teoría/“clínica”) cuyo efecto no es otro que arruinar inmediatamente lo que la práctica puede tener de auténtica práctica.

Bueno, espero, con estas distinciones, esforzándome en franquear la estrechez de miras, no haberme hecho demasiado el estrecho.

Pero no es esta perorata lo que más me interesa, sino, como decía recién, la función de la  teoría.

La teoría es desde su institución como teoría, al decir de Perogrullo, institución. No puede ser teoría si el o los que están autorizados no lo establecen y no establecen en lo sucesivo qué puede integrarse como teoría y qué no. Qué es verdad y qué no. Qué pertenece a su campo y qué no. No hay un “uso político” de la  teoría. La teoría ilustra un modo de la  política. La aspiración de Winnicott era inviable porque no puede haber una teoría por cada quien que habla. Porque si la teoría no hace uno no es teoría, no sirve como política. Una construcción auxiliar precisamente no es teoría sino una construcción auxiliar.  Es decir, lo opuesto de un “edificio” (hay gente a la que le encanta decir cosas como “edificio teórico” y me parece que está muy bien dicho aunque no puedo dejar de pensar inmediatamente en la dinamita)

Bueno, paro aquí.. Salió hoy en página una entrevista a Foucault. Nada nuevo, pero hay una frase que él repite en distintas ocasiones, se la suelta por ejemplo a Miller en ese encuentro donde están también otros personajes del millerismo: no me gustan las polémicas. Suena extraño en este tipo que fue en realidad un gran polemista.

¿Qué podemos esperar de una polémica? Que nos estimule a hablar, disfrutando y beneficiándonos del hecho que no hay otra cosa en juego que la verdad en la que se articula en cada uno su relación con el saber.

Abrazos,n


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correos XIII blanchot

Un capitulito de "La comunidad inconfesable" de Blanchot. Una pequeña muestra de sorprendente lucidez política (y de escritura diáfana). Si tienen problemas de incompatibilidad de archivos y no pueden leerlo, me avisan. n

 
  

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