lunes, 16 de marzo de 2015

retrato del che

Nuestra pregunta en tiempos de la juventud política, que fue también la de nuestra juventud a secas, era, para decirlo rápido, sobre la posibilidad de un cambio social pacífico. Igualmente conocida es la respuesta -que aún reverbera de aquella época. Los resultados parecen habernos desmentido, pero sobre todo el presente. Sin embargo se debería guardar cautela con la conclusión apresurada venida de la  boca de cualquier reformista (el término tenía en aquellos tiempos, entre nosotros, un sentido despreciativo que quizás ha perdido): ¿Todo lo alcanzado en la última década no lo fue de un modo relativamente pacífico? En todo caso la violencia vino de los enemigos y luego de conquistado, sino el poder, una porción de él, el “gobierno”.
Cuentan que García Linera le dijo en una ocasión a Evo Morales en su despacho presidencial: es por él que tu estás sentado allí, señalándole un retrato del Che colgado en una de las paredes. El comentario supone un determinismo histórico no directo, ni en términos temporales ni en el contenido mismo de la  determinación: no fue ni el modo de lucha del Che lo que retomó Evo ni el poder que aquél imaginaba lo que se conquistó. Más bien, como en otros casos en América Latina, la lucha de poder se desató con toda su virulencia tras la victoria electoral. Son estas condiciones, antes no imaginadas, las que ponen en juego modos de lucha nuevos, no exactamente una “vía pacífica”, en busca de avanzar en el acrecentamiento de poder desde el gobierno.

En cierto modo, las encrucijadas que deben afrontar los gobiernos populares o populistas –quizá más que en Bolivia, en Brasil, en Argentina, en Venezuela, para no hablar de Paraguay o de Guatemala, esclarecen la abstinencia que manifiestan los zapatistas respecto de la toma del poder (habría que decir mejor, del gobierno). Para qué el gobierno, dirán, si no se pueden cambiar desde allí las relaciones de producción, ni tampoco es tan seguro que se pueda conseguir la redistribución en plazos razonables. nb


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glosario

Es interesante la teoría lacaniana de la  excepción: el que no se pone precio se cree invalorable. El “neurótico”, incapaz de aceptar “estar tocado por el significante y el valor” de “ponerse en juego”, se “sustrae” y se cree una joya. La salud sería, pues, “cotizarse” sabiendo que no se vale nada. En otras palabras: entrar a la feria capitalista.

Ahí, en el mercado, sabrás verdaderamente cuánto vales, quién será tu jefe y quién tu vasallo de acuerdo a las capacidades que demuestres en la arena.
Gran familia y campo de batalla. Una te dará amparo, el otro templará tu espíritu. No podrían haberse interpretado mejor las sagradas escrituras del capitalismo (vendidas ahora como sociología psicoanalítica)

No es sólo cuestión de competencia, de libre competencia, sino de orden y jerarquías, donde cristaliza el resultado de esa competencia. El orden es el de las jerarquías. Es lo que se escribe como ley. Marx lo había dicho hace ya demasiado tiempo; se nos olvidó. Volvimos a la religión, con un glosario renovado, sí. Lo simbólico, el padre, la letra. Cuando Foucault nos lo recordó (“la sangre seca bajo los códigos”, “la historia escrita en la que todavía resuenan los gritos de los bombardeados”) los profesores tenían que bramar.nb


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jueves, 12 de marzo de 2015

líder

Gusta decirse que el líder, un líder, refleja esto o aquello, tales cualidades o miserias de una nación o un pueblo. En verdad, lo primero que refleja la afirmación misma es la creencia en el reflejo, en la teoría del reflejo con su ambición unificadora que es su esencia. El líder es ante todo afán de unificación e inmediatamente de mando. Y es lo que “refleja”, más bien lo que muestra. Por supuesto rápidamente se responderá: depende de “al servicio de qué” –construcción que tiene su trayectoria- “o de quién” está el líder. Y es que no. El líder está al servicio del liderazgo. Afirmación que rechazarían con igual entusiasmo derecha e izquierda. La derecha, por supuesto parece poco afecta a la figura, al fenómeno del líder. Mero parecer. Ha producido los peores.
–¡Pero es la derecha extrema!
Es verdad, pero los moderados tienen también sus líderes… moderados. Y son moderados no sólo porque la moderación, como se usa decir, mide bien: se la ha logrado instalar como virtud ciudadana en un capitalismo ajeno a cualquier moderación en sus prácticas de explotación a las personas y al medio ambiente, de agresividad y beligerancia social y política. Justamente puede hacer alarde de una moderación vaga y declarativa porque tiene asegurada su brutalidad en el régimen de propiedad y en la juridicidad que lo respalda.
En ese sentido, podría decirse, y se ha dicho, que “las masas” lo único que tienen –no tienen poder, no tienen propiedad- es el líder. Pero el líder tal vez sea el último obstáculo para que la masa deje de ser masa en el sentido más freudiano del término.nb


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adiós al capitalismo

Adiós al capitalismo me produjo sentimientos -sentimientos, sí, en el primer golpe de lectura- encontrados, difíciles.

En primer lugar, su radicalidad me sobrecogió. No hay contemplaciones. Ataca al capitalismo con decisión, con fuerza y también con estilo. Sin embargo, sin altisonancias y tal vez eso sea signo de convicción.

Baschet no es el tipo de francés al que estamos habituados. Conserva la elegancia pero no la soberbia intelectual francesa, tan característica. Más bien hay alguna humildad, no tanto de la  persona, que apenas se deja ver, sino de las ideas. Influencias chapanecas probablemente.  Y combina la sencillez de sus propuestas con una bibliografía profusa por donde, contrariamente a lo que suele ocurrir con las bibliografías, uno siempre tiene el deseo de continuar.

En Adios al capitalismo está presente, explícita o implícitamente el pensamiento emancipador de los últimos cuarenta o cincuenta años y las encrucijadas, los impases y las discusiones que se generaron y extendieron en ese pensamiento y en los movimientos sociales y políticos correspondientes. Negri y Hardt, Halloway, también Foucault, Deleuze,  Guattari, por supuesto Marcos y el zapatismo, y una retahíla de nombres que apenas conocemos, abocados a cuestiones sobre las que uno ha rumiado incontables veces.

Se puede situar la época de un texto por las palabras a las que recurre y lo sostienen: subjetividad, producción de subjetividad, capilaridad, organización no capitalista de la  vida colectiva, principio del buen vivir…y por aquellas a las que no apela sino para objetarlas: poder, partido, estado, vanguardia. Pero más allá de “localizar” el texto, lo cual no es seguro que suponga hacerle algún favor – solían quejarse con razón los escritores del “boom” precisamente que los licuaran bajo esa etiqueta- me gustaría señalar algunas particularidades –creo que no exagero-  luminosas.

Una de ellas es la precisión y concisión de sus afirmaciones. Ejemplo: La fatalidad sistémica impera. No se lo podría decir mejor. Y enseguida: La adhesión a la realidad –construcción preciosa también: la realidad como materia de adhesión. Pueden y deben ensamblarse ambas afirmaciones: lo sistémico impera y es fatal en tanto hay adhesión a lo que se presenta como realidad, la única posible.

Esta adhesión se sostiene en un menú que entrevera coacción y seducción en proporciones variables: “necesidad de sobrevivencia, brillo de los modelos de ascenso social, seducciones adictivas del consumo, privilegios del confort, sentimiento de inseguridad meticulosamente instalado, miedo de perder lo poco o lo mucho que se tiene.”

El foco está puesto, como se ve en las capas medias o medias altas, o por lo menos no en los sectores más pobres que apenas pueden batallar por la subsistencia. También a aquéllos les dirige una suerte de crítica en sordina: lo inconducente de un escepticismo o aún de una crítica que dejan intacta la adhesión al sistema. No se puede –dice- denunciar los crímenes de este sistema e inclinarse frente a su aparente invencibilidad. Llama a este anticapitalismo capitulismo.

Apunta además específicamente a las “patologías psíquicas”, a la destrucción de las subjetividades, a la “sensación de un inmenso vacío de subjetividad”, al sentimiento de desposesión.

Y finalmente, a la destrucción de la  naturaleza, consecuencia lógica de la lógica capitalista.

Hay pues una articulación muy lograda entre la crítica al capitalismo, de elocuente cuño marxista, con un foco puesto en las subjetividades antes que en “lo ideológico” ya que no se trata tanto de ideas como de los resortes subjetivos, existenciales, porqué no, en que se sostienen.

Hay también una cantidad de apreciaciones que tienen la concisión de una fórmula y que apuntan, unas veces a desarticular clichés aceptados que justifican el orden existente, otras a desnudar las capitulaciones – llama el anticapitalismo de la  crítica resignada, el capitulismo que citaba más arriba- de las objeciones escépticas: “Ya no estamos dispuestos, dice, a aceptar lo inaceptable en nombre de un realismo vuelto criminal ni en seguir combinando lucidez crítica y resignación práctica.”

Es muy agudo cuando apunta a los efectos del capitalismo no quizás en los derrotados, los perdedores, en los desocupados o los “sin”, los que han pasado definitivamente a los márgenes del sistema, ni en los que, aún esclavizados, no logran asegurar su subsistencia, sino en sus supuestos vencedores o en los que están empatados, o eso creen: egocentrismos agresivos, soledades depresivas, falsos deseos adictivos ausencia de comunidad, vacuidad en lo más íntimo del ser.

Es interesante, allí donde el psicólogo y el psiquiatra listan sus psicopatologías Baschet detalla los efectos del reino de la  mercancía en la subjetividad.

Efectos que, lo hemos visto, retroalimentan siniestramente las condiciones que los engendraron. Lo vemos casi cotidianamente en las clases reclaman más “seguridad”, más exclusión, más discriminación hacia la pobreza criminalizada.

La versión declaradamente fascista del capitalismo ha mostrado bien cómo todas las frustraciones encuentran su cause en el odio y la violencia que el capitalismo le ofrece.

Un punto clave en el texto, aunque esté dicho como al pasar, es  el de “afinar la crítica de lo existente”. Afinar la crítica lleva consigo necesariamente, ser serio en la crítica. No refugiarse en las consignas que terminan vaciándose a fuerza de la repetición extenuante. Afinar la crítica de lo existente requiere desconstruir lo existente. Y tensar los hilos.

Esta idea va de la  mano de la  desespecialización de la  política. La acción política es siempre local, y es sostenida por el pueblo mismo. Rechaza el liderazgo y el político profesional. Se vuelve general como confluencia de las luchas no por la mera unificación de consignas. Eso no supone, sin embargo que el anticapitalismo es un objetivo “futuro”, para “cuando las masas se radicalicen”. Hay allí una inversión de las tácticas clásicas de la  izquierda (profundizar las reivindicaciones hasta cuestionar el sistema). Es el mismo anticapitalismo el que objeta un estado de cosas y progresa no tanto por la conquista de reivindicaciones que mejoran el capitalismo como por la liberación de zonas que no sólo ni siempre son geográficas.

Probablemente esta posibilidad esté ligada al hecho de que capitalismo y anticapitalismo son términos que han logrado hoy salir explícitamente a la superficie. Se dicen y resulta por ahora al menos, muy difícil para el discurso dominante, negarlos y demonizarlos.

Todas estas cuestiones están a la orden del día en los procesos de América Latina, con semejanzas y profundas diferencias entre sí. Sólo una posición auténticamente anticapitalista puede eludir los gestos gorilas y sectarios de la  izquierda tradicional y acompañar estos procesos sosteniendo una crítica y una discusión abierta y sin concesiones con  progresismo, al desarrollismo, al reformismo y  con las formas paternalistas de la acción y de la institucionalidad política del capitalismo.nb











  


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correo. ojo de rapiña 2

Amigos, aquí les mando algunos fragmentos de Ojo de rapiña de N. Sánchez. Casi un ignoto en su tierra. Lo publicó Gallimard, Cortázar lo elogió con palabras que no prodigaba a cualquiera. Vila Matas – quizás no de los más grandes escritores pero seguramente un gran lector, dijo algo así como "Nosotros dos me permitió comenzar a escribir".
Los pasajes son eso, pasajes. Antojadizos. Por ahí frases breves que me gustaron precisamente por su brevedad y precisión, también otras que están en el mismo filo de lo que nos ocupa: un hastío con los sabihondos de la  literatura tan próximo, verán, a nuestro hastío y a nuestros sabihondos. El rechazo visceral a lo establecido. La cuestión de el arte y la vida con la claridad necesaria para no eludir lo que siempre tiene de incómodo y urticante. La cultura y sus comisarios. El pensamiento sistemático y “los riesgos de un pensamiento poético. Para mí, de una entrañable sinceridad que inevitablemente resulta entonces radicalidad. Ya me dirán. Néstor



OJO DE RAPIÑA

-El aluvión incontrolable de papel escrito e impreso.

-El poema (o sea esa palabra que se espera, que se acecha hasta que resuena y queda liberada de nombrar lo nombrado)

-La incondicional complicidad consigo mismo que parece ser una de las características claves de todo escritor.

-Aquella Historia de la  literatura sin nombres.

-[un hombre que] intenta una forma de pregunta más acá de su pura veleidad respondedora… esa chispa de sinceridad consigo mismo, esta sola evidencia serviría para cuestionar una poética, un siglo, o unos cuantos siglos

-… los que confiamos cada tanto en la respiración de una lengua…

- …esos incansables sostenedores de teorías literarias.

-La inmovilidad engolada

-En la gran mayoría de las “estéticas literarias” la relación arte-vida aparece siempre marginada. Todavía más: en las abundantísimas Historias de la literatura de nombres, el lugar común por excelencia, casi sin atenuantes, es la total ausencia de relación entre un hombre que escribe y su propia vida en sentido lato, aquí y ahora.

-.. (el escritor) puede tratarse de un hombre muy aburrido y muy pequeño que a pesar de tanta chatura encuentra los famosos “territorios de la imaginación” en los que poder compensar (casi a riesgo de lo freudianamente inocuo) su cobardía para volverse otra cosa.

-Esto se lo sabe por uno mismo o no se lo sabrá nunca.

-Rimbaud (o Poe, o Céline) [y] una lista interminable de nombres… en la mayoría de los casos se trata de hombres que saben algo por anticipado (ese otro tufo de la  videncia) y que por lo tanto escriben sobre ello, sobre esa especie de inconcebible privilegio… cuanto peor se es, cuanto más malamente se vive, cuanto menos armonía se alcanza a percibir (o a buscar debajo de la  costura de lo obvio), cuanto menos capacidad de asombro, mejor para la inflación expresiva, para lo que necesita ser grito, grito originario, manifiesto, dramatización sin atenuantes.

-… el narrador dios que lo sabe todo, el que lo comprende todo aunque se le caiga la casa encima… claro, con el correr de los años uno puede llegar a conocer “en vivo” a una docena de estos hombres de letras. Si se los escucha (y sobre todo si se los espía vivir) ellos se encargan de demostrar de qué forma estaban allí, en qué increíble medida pertenecían a una tradición petrificada … antes que nada son un manojo de hábitos inalterables … con el noventa y pico por ciento de las preguntas a sí mismo contestadas por anticipado.

-Conocimiento, en fin, de una voz (si es que está en mí) una voz a descubrir y que una vez descubierta sólo sirva para llevarse algún día al ritmo de un párrafo donde ya no quede la más mínima posibilidad de deslinde o atajo… y entonces empezar a vivir para el desarrollo de esa voz o para olvidarlo y recordarlo siempre.

-… el sentido de un devenir en la escritura, de un gran silencio de base sólo entrecortado por el ritmo de una búsqueda a ciegas donde en lugar de cansancio, impostación, “estilo” o historias de cualquier índole, haya verdaderas ganas (ganas necesarias, casi intransmisibles para con uno mismo) de respirar otro aire, de romper con la propia cáscara aislante…

-.. saber que todo está completamente dicho con sólo tener la paciencia de escuchar las verdaderas voces.

-Cuando la cultura pasa a ser de significados disponibles, es porque ha llegado otra vez a su fin eso que algunos llaman aventura.

-… los comisarios de la  cultura, quienes además de resguardar la paz de las consciencias hacen de la  divulgación una finalidad y una justicia, un punto de llegada donde todo esfuerzo terminó y sólo hay que defender el mundo simplificado que sin duda les pertenece, una ética de los valores, alguna estética, una serenidad.

-En ese terreno [del psicoanálisis] también se lucha con los comisarios.

-… para respirar unos pasos más adelante, para encontrar un resquicio y participar en que la vida sea más precaria, más inaferrable, menos traicionada. Entonces podríamos esbozar algo que se aproxime a la obra entendida como suceso, como perspectiva individual de un cambio que después cataliza o no, el cambio y la posibilidad de aventura en los otros.

- …un humanismo de segunda agua.

- la gloriosa frustración – entre los poetas puede llegarse a niveles insospechados.

-… lo planteamos a un nivel esencial de cultura –  es decir un hombre que habla con otro hombre.

-Que la sola idea de cambio produce ansiedad y resistencia, lo sabemos antes que nada por los comisarios. Allí está el ejemplo suficientemente lastimoso de las revoluciones detenidas en una ética de la  institucionalidad, produciendo un arte inconcebible, una concepción medieval de la  pareja humana. Generaciones de futuros comisarios que piensan y sobre todo practican el porvenir.

-… olvidar, de una vez por todas, el reclamo de “utilidad” que tanto preocupó siempre a los comisarios angustiados por la urgencia de verificación.

-La poesía (una voz que se busca a sí misma) … un ritmo que sólo busca vibración (no complicidad o confort) en el otro.

-.. el poeta espera el momento de la  escritura (un día, a una hora indecisa, el poema sonará en él y entonces sólo habrá que cuidarlo de la  voluptuosidad declamatoria)

-todo trabajo carece de garantías en los otros…

-La escritura significa un modo de escapar a la cárcel del sentido.

-… esa especie de condición esencial del arte: profundizar en el propio instrumento, aceptarlo como estado de vida y encontrarse cada vez ante la alternativa de destruirlo para que no la defina, para que no la traicione comprendiéndola.

-Se trata de una toma de partido: si el lenguaje es instrumento de conocimiento que se hace experiencia de vida o si se manejan las palabras como elementos de verificación y entonces toda aventura termina donde empiezan las pautas de la  cultura.

-La inherente precariedad del arte, su descrédito ante la hegemonía beatífica del racionalismo

-Esa arrogante ausencia de estupor…[ está bien, yo lo diría así: la arrogancia de un pretendido escepticismo que no es más que aburrimiento, pobreza de deseo, sabiduría de bajo vuelo.]

-Un ritmo, una voz que empieza a esperarlo todo del desorden de las palabras.

-… los estragos de la  solemnidad

-la cultura y su pavoroso aburrimiento simplificador.

-Es una verdad incorregible: se cierran los ojos y el ritmo de una línea trae un párrafo y el ritmo de un párrafo trae un nuevo deslumbramiento.

-Esa estratagema infame de la cultura que espera del arte el convencimiento de que no hace falta renunciar a la serenidad.

[Mirá José qué próximo al comentario que hacías hace poco a propósito de la improvisación]:
-.. la novela, debe salir de la  trampa… el único ejemplo a favor – y la sociología dirá después porqué negros, porqué fatigados como uno – se encuentra en la actitud de esos anti-personajes que soplan – o digitan – cada noche un instrumento de su propiedad; negros generalmente semi-adictos a la droga y siempre al estupor de su música, semi-cómplices  que rompen cada noche con lo ejecutado la noche anterior, para los que todo está por suceder la noche siguiente y no interesa mucho si alguien se sienta, o no, a escuchar. Concentrándose en este ejemplo, la novela – finalmente arte – una vez que los invasores se dediquen a las ciencias ocultas y a las religiones monoteístas, podrá desmantelarse como género, abrir las formas hasta que no quede nada de ellas. O sea, lo mismo que acaban de cumplir ciertos músicos de jazz: primero tomaban un tema conocido y a su conjuro improvisaban,  es decir, corrían la aventura para después, retomar el tema; poco tiempo más tarde mantuvieron el tema pero ya sólo como punto de partida, riéndose de él y de la  posibilidad de decidir no retomarlo. Ahora, hacen algo que se llama Free jazz y desespera a los críticos de avanzada que, por supuesto, nunca podrán experimentar algo semejante:  es decir, que parte del único hecho de que están allí, tocando, con todos los temas y ninguno al mismo tiempo. El resultado, desde ya, es riesgoso e imprevisible…además no se puede hacer Free y ser concertista de Mozart. Porque el resto, la cultura, los escritores con tema y con estilo – de escritura, de vida – se parece demasiado a ese señor vestido de negro que se trepa al escenario del Colón. Antes de sentarse al piano practica una reverencia ante la platea, que reconoce en él los beneficios de la  cultura y lo aplaude. Casi sin lugar a dudas podría asegurarse que no va a suceder nada nuevo.

-En Oficio se poeta Pavese: (Tienen razón los literartos: el humanismo es una poltrona [queda mejor: es una reposera no?]) brinda una corriente auténtica de aire desmistificador a la ceguera partidista de los que se empeñan en confundir una escritura con la voluntad periodística de ideologizar a través de una palabra sin vida, enferma de preconceptos simplificadores.

-Poesía (toda línea, todo período, toda página escrita) es, antes que nada, reiteración.

-La necesidad perentoria que toda voz auténtica exige: desilusionarse de sí mismo y sólo entonces dar en el tono.

-La estrecha relación significativa entre la vida y la obra de René Daumal, el carácter procesal que parecen exigirse mutuamente, la zozobra que alientan frente a la tentación demasiado humana por las jerarquías provisorias.

-A falta de razones concretas para vivir (René Caamal) llegó a considerar esa dificilísima empresa (el suicidio), al revés, como “la más violenta afirmación de sí mismo”.

-Todo se paga, pero “es preciso pagar por adelantado” [sería bueno distinguir la apuesta, signo de libertad y del verdadero compromiso, de la  deuda judeo cristiana, tributaria del sometimiento y el culto de y a ese sometimiento.]

-Beckett: la posibilidad siempre latente de una salida por el humor, por esa espejo de humor intrínseco en toda escritura que admite el “destino” de cuestionarse a sí misma como tal. [efectivamente, humor y poesía es lo que les falta a los “trabajos” psicoanalíticos. Ya, nombrar como trabajo a un escrito que dudosamente lo es, anticipa que no puede esperarse de eso ni humor ni poesía ni mucho menos emoción (impresionante las observaciones de Céline acerca de la emoción en el escrito) Parece que esta referencia al humor de Beckett por parte de Sánchez, no hace más que retomar lo dicho por Freud respecto del chiste, pero es un poco más, es instalarlo en el corazón mismo de la escritura. O del discurso, si pasamos a Foucault. Cuando Foucault dice: sí, mis argumentos se disipan, están hechos para eso, afirmación que realmente parece un chiste ella misma, un chiste terrible dirigido al corazón mismo del racionalismo, está sustrayéndole a la enunciación la pesadez de la  razón racionalista, está permitiéndole precisamente ser enunciación y está haciéndose cargo realmente de ella,  es decir, con su cuerpo, no con su nombre]

-Vaché … era un maestro en el arte de conceder muy poca importancia a nada.

-Vaché (desaparece) gracias a cuarenta miligramos de opio con los que parecía querer cancelar, lo antes posible, aquella amenaza jerryana de volverse un día, él también, gordo y Ubú. O de volverse un cómplice – en la vida, en la posibilidad latente de la  escritura – del tedio que subyace, acaso inexorablemente, en los síntomas de toda convención.

-Primer monólogo de escriba en la ciudad de Santa Fe, frente a un auditorio sobrecogedoramente universitario que, según comprobara casi de inmediato, esperaba escuchar exactamente lo contrario de lo que me proponía transmitirle.

-El primer descubrimiento literal … sólo podía producirse a fuerza de decantación, gracias a un rechazo paulatino (sin garantías y capaz de hacer reír a medio mundo) de todo aquello que no debe hacerse. [El valor de la  negación, casi a nivel instrumental – vos estabas interesado en eso, Claudio – podría decirse, en contra del adaggio corriente: sí, somos anti

-Se trataría del momento en que se traiciona la riqueza potencial de un instrumento (el lenguaje) a fin de volverlo noticia, chisme, ilustración o comentario de ideas que podrían valerse por sí mismas.

-… la tonta arrogancia del fiscal con destino mesiánico; porque ya están el ensayo (y su auge)… [perdón amigos de EyC, pero la ironía de este fulano es absolutamente envidiable]

-Otra (posibilidad del escriba no canonizado): la posibilidad de una vida un tanto menos arropada..

-… la letra muerta leída por herencia y siempre dirigida a esa finalidad ulterior: evitar por todos los medios la actividad de las personas que leen.

-Me atreví a aclarar: o el lenguaje … era un medio de enfrentamiento del hombre consigo mismo en el sentido de poner entre paréntesis lo poco que siempre se sabe a fin de quedar disponible para un acto sin garantías posibles de tranquilidad, o en su defecto verificaba lo ya aprendido, auxiliaba a la cultura (como exaltadora o denunciadora) y por lo tanto las palabra empezaban a aludir al mismo tedio de aquella cátedra, de toda convención demasiado humana.

-Escritura capaz de no admitir desengaños de interpretación ni preceptiva de comentadores.

-Todos hemos leído libros (en el mejor de los casos cambiando de predilecciones cada tanto) todos empezamos a alimentar alguna vez, por lo general de una manera reservada y paciente, cierto afán acumulativo.

-El disconformismo humanista.

[y aquí una observación implacable pero también, , despiadada y quizás injusta sobre la adolescencia]:
-En resumidas cuentas: ¿qué fuimos a buscar a los libros allá por la adolescencia? Entre otras cosas también admisibles fuimos a buscar nociones generales, cierta apariencia problematizante que hiciese más llevadera la orfandad, ideas tranquilizadoras (nada más tranquilizador que sentirse trágico o justo) aquella galera de felpa de la que poco más adelante sería posible extraer un gusto algo personal, cierta visión de conjunto.  Es decir, fuimos a que nos contestaran, a que nos serenaran. 

-Esta ausencia de señales, este encuentro demasiado fortuito con lo que no nos buscaba, es el único elemento que puede generar más preguntas y sobre todo el personal cansancio frente a todo lo escrito, frente a la maleabilidad de una ideología y sus coherencias.

-La poesía beatificada por el iluminado momentáneo que canta.

-Las palabras, aquella respiración y aquella cadencia.

-Distinguir entre un pensamiento sistemático y los riesgos de un pensamiento estético.

-Haber experimentado con la mayor intensidad posible la fatiga y hasta el rechazo de todo lo que entendemos por imaginario… la imaginación es esa facultad que estaría separándonos de lo único que nos concierne.

-El oro por ninguna parte, para desaliento de los acreedores de confianza: nada que transmitirle a nadie, ni convicciones para representar, ni la menor idea de lo que irá a decirse porque es demasiado incierto lo que querría decirse y sobre todo porque seguirá en pie eso de que no estamos en condiciones de merecerlo, y que de ahí la escritura… ninguna historia para nadie.

-La única pauta de utilidad de un libro sólo puede ser corroborable en la experiencia misma.

-Puesto que cada palabra llama a otra – dice Merleau-Ponty - ¿porqué la expresión del mundo habría de estar sujeta a la prosa de los sentidos o del concepto? Hace falta que sea poesía,  es decir que despierte y reconvoque por entero nuestro puro poder de expresar, más allá de las cosas ya dichas o ya vistas.

-El supuesto cadáver (de la  novela realista) sacude cada tanto la cabeza pero esto no querría decir que existan síntomas de vida.

-.. antinovela, o sea el rescate de la  poesía que acepta el riesgo de no comprender su precariedad y sus síntomas, más que otra cosa una especie de fantasmón por la negativa cuyo único patrimonio es un incondicional respeto por la palabra desligada de su contexto ideológico y cuya única preceptiva posible es lo que ya no puede hacerse (por ejemplo, decir “él pensó” o “su rostro era blanco como la leche”)

-La solemnidad de la  razón y sus ensayistas

-Los ensayos que provenían y todavía provienen de los profesores



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