martes, 3 de junio de 2014

correos XXIV ojo de rapiña

Amigos, aquí les mando algunos fragmentos de Ojo de rapiña de N. Sánchez. Casi un ignoto en su tierra. Lo publicó Gallimard, Cortázar lo elogió con palabras que no prodigaba a cualquiera. Vila Matas – quizás no de los más grandes escritores pero seguramente un gran lector, dijo algo así como "Nosotros dos me permitió comenzar a escribir".
Los pasajes son eso, pasajes. Antojadizos. Por ahí frases breves que me gustaron precisamente por su brevedad y precisión, también otras que están en el mismo filo de lo que nos ocupa: un hastío con los sabihondos de la  literatura tan próximo, verán, a nuestro hastío y a nuestros sabihondos. El rechazo visceral a lo establecido. La cuestión de el arte y la vida con la claridad necesaria para no eludir lo que siempre tiene de incómodo y urticante. La cultura y sus comisarios. El pensamiento sistemático y “los riesgos de un pensamiento poético. Para mí, de una entrañable sinceridad que inevitablemente resulta entonces radicalidad. Ya me dirán. Néstor


OJO DE RAPIÑA

El aluvión incontrolable de papel escrito e impreso.

-El poema (o sea esa palabra que se espera, que se acecha hasta que resuena y queda liberada de nombrar lo nombrado)

-La incondicional complicidad consigo mismo que parece ser una de las características claves de todo escritor.

-Aquella Historia de la  literatura sin nombres.

-[un hombre que] intenta una forma de pregunta más acá de su pura veleidad respondedora… esa chispa de sinceridad consigo mismo, esta sola evidencia serviría para cuestionar una poética, un siglo, o unos cuantos siglos

-… los que confiamos cada tanto en la respiración de una lengua…

- …esos incansables sostenedores de teorías literarias.

-La inmovilidad engolada

-En la gran mayoría de las “estéticas literarias” la relación arte-vida aparece siempre marginada. Todavía más: en las abundantísimas Historias de la literatura de nombres, el lugar común por excelencia, casi sin atenuantes, es la total ausencia de relación entre un hombre que escribe y su propia vida en sentido lato, aquí y ahora.

-.. (el escritor) puede tratarse de un hombre muy aburrido y muy pequeño que a pesar de tanta chatura encuentra los famosos “territorios de la imaginación” en los que poder compensar (casi a riesgo de lo freudianamente inocuo) su cobardía para volverse otra cosa.

-Esto se lo sabe por uno mismo o no se lo sabrá nunca.

-Rimbaud (o Poe, o Céline) [y] una lista interminable de nombres… en la mayoría de los casos se trata de hombres que saben algo por anticipado (ese otro tufo de la  videncia) y que por lo tanto escriben sobre ello, sobre esa especie de inconcebible privilegio… cuanto peor se es, cuanto más malamente se vive, cuanto menos armonía se alcanza a percibir (o a buscar debajo de la  costura de lo obvio), cuanto menos capacidad de asombro, mejor para la inflación expresiva, para lo que necesita ser grito, grito originario, manifiesto, dramatización sin atenuantes.

-… el narrador dios que lo sabe todo, el que lo comprende todo aunque se le caiga la casa encima… claro, con el correr de los años uno puede llegar a conocer “en vivo” a una docena de estos hombres de letras. Si se los escucha (y sobre todo si se los espía vivir) ellos se encargan de demostrar de qué forma estaban allí, en qué increíble medida pertenecían a una tradición petrificada … antes que nada son un manojo de hábitos inalterables … con el noventa y pico por ciento de las preguntas a sí mismo contestadas por anticipado.

-Conocimiento, en fin, de una voz (si es que está en mí) una voz a descubrir y que una vez descubierta sólo sirva para llevarse algún día al ritmo de un párrafo donde ya no quede la más mínima posibilidad de deslinde o atajo… y entonces empezar a vivir para el desarrollo de esa voz o para olvidarlo y recordarlo siempre.

-… el sentido de un devenir en la escritura, de un gran silencio de base sólo entrecortado por el ritmo de una búsqueda a ciegas donde en lugar de cansancio, impostación, “estilo” o historias de cualquier índole, haya verdaderas ganas (ganas necesarias, casi intransmisibles para con uno mismo) de respirar otro aire, de romper con la propia cáscara aislante…

-.. saber que todo está completamente dicho con sólo tener la paciencia de escuchar las verdaderas voces.

-Cuando la cultura pasa a ser de significados disponibles, es porque ha llegado otra vez a su fin eso que algunos llaman aventura.

-… los comisarios de la  cultura, quienes además de resguardar la paz de las consciencias hacen de la  divulgación una finalidad y una justicia, un punto de llegada donde todo esfuerzo terminó y sólo hay que defender el mundo simplificado que sin duda les pertenece, una ética de los valores, alguna estética, una serenidad.

-En ese terreno [del psicoanálisis] también se lucha con los comisarios.

-… para respirar unos pasos más adelante, para encontrar un resquicio y participar en que la vida sea más precaria, más inaferrable, menos traicionada. Entonces podríamos esbozar algo que se aproxime a la obra entendida como suceso, como perspectiva individual de un cambio que después cataliza o no, el cambio y la posibilidad de aventura en los otros.

- …un humanismo de segunda agua.

- la gloriosa frustración – entre los poetas puede llegarse a niveles insospechados.

-… lo planteamos a un nivel esencial de cultura –  es decir un hombre que habla con otro hombre.

-Que la sola idea de cambio produce ansiedad y resistencia, lo sabemos antes que nada por los comisarios. Allí está el ejemplo suficientemente lastimoso de las revoluciones detenidas en una ética de la  institucionalidad, produciendo un arte inconcebible, una concepción medieval de la  pareja humana. Generaciones de futuros comisarios que piensan y sobre todo practican el porvenir.

-… olvidar, de una vez por todas, el reclamo de “utilidad” que tanto preocupó siempre a los comisarios angustiados por la urgencia de verificación.

-La poesía (una voz que se busca a sí misma) … un ritmo que sólo busca vibración (no complicidad o confort) en el otro.

-.. el poeta espera el momento de la  escritura (un día, a una hora indecisa, el poema sonará en él y entonces sólo habrá que cuidarlo de la  voluptuosidad declamatoria)

-todo trabajo carece de garantías en los otros…

-La escritura significa un modo de escapar a la cárcel del sentido.

-… esa especie de condición esencial del arte: profundizar en el propio instrumento, aceptarlo como estado de vida y encontrarse cada vez ante la alternativa de destruirlo para que no la defina, para que no la traicione comprendiéndola.

-Se trata de una toma de partido: si el lenguaje es instrumento de conocimiento que se hace experiencia de vida o si se manejan las palabras como elementos de verificación y entonces toda aventura termina donde empiezan las pautas de la  cultura.

-La inherente precariedad del arte, su descrédito ante la hegemonía beatífica del racionalismo

-Esa arrogante ausencia de estupor…[ está bien, yo lo diría así: la arrogancia de un pretendido escepticismo que no es más que aburrimiento, pobreza de deseo, sabiduría de bajo vuelo.]

-Un ritmo, una voz que empieza a esperarlo todo del desorden de las palabras.

-… los estragos de la  solemnidad

-la cultura y su pavoroso aburrimiento simplificador.

-Es una verdad incorregible: se cierran los ojos y el ritmo de una línea trae un párrafo y el ritmo de un párrafo trae un nuevo deslumbramiento.

-Esa estratagema infame de la cultura que espera del arte el convencimiento de que no hace falta renunciar a la serenidad.

[Mirá J qué próximo al comentario que hacías hace poco a propósito de la improvisación]:
-.. la novela, debe salir de la  trampa… el único ejemplo a favor – y la sociología dirá después porqué negros, porqué fatigados como uno – se encuentra en la actitud de esos anti-personajes que soplan – o digitan – cada noche un instrumento de su propiedad; negros generalmente semi-adictos a la droga y siempre al estupor de su música, semi-cómplices  que rompen cada noche con lo ejecutado la noche anterior, para los que todo está por suceder la noche siguiente y no interesa mucho si alguien se sienta, o no, a escuchar. Concentrándose en este ejemplo, la novela – finalmente arte – una vez que los invasores se dediquen a las ciencias ocultas y a las religiones monoteístas, podrá desmantelarse como género, abrir las formas hasta que no quede nada de ellas. O sea, lo mismo que acaban de cumplir ciertos músicos de jazz: primero tomaban un tema conocido y a su conjuro improvisaban,  es decir, corrían la aventura para después, retomar el tema; poco tiempo más tarde mantuvieron el tema pero ya sólo como punto de partida, riéndose de él y de la  posibilidad de decidir no retomarlo. Ahora, hacen algo que se llama Free jazz y desespera a los críticos de avanzada que, por supuesto, nunca podrán experimentar algo semejante:  es decir, que parte del único hecho de que están allí, tocando, con todos los temas y ninguno al mismo tiempo. El resultado, desde ya, es riesgoso e imprevisible…además no se puede hacer Free y ser concertista de Mozart. Porque el resto, la cultura, los escritores con tema y con estilo – de escritura, de vida – se parece demasiado a ese señor vestido de negro que se trepa al escenario del Colón. Antes de sentarse al piano practica una reverencia ante la platea, que reconoce en él los beneficios de la  cultura y lo aplaude. Casi sin lugar a dudas podría asegurarse que no va a suceder nada nuevo.

-En Oficio se poeta Pavese: (Tienen razón los literartos: el humanismo es una poltrona [queda mejor: es una reposera no?]) brinda una corriente auténtica de aire desmistificador a la ceguera partidista de los que se empeñan en confundir una escritura con la voluntad periodística de ideologizar a través de una palabra sin vida, enferma de preconceptos simplificadores.

-Poesía (toda línea, todo período, toda página escrita) es, antes que nada, reiteración.

-La necesidad perentoria que toda voz auténtica exige: desilusionarse de sí mismo y sólo entonces dar en el tono.

-La estrecha relación significativa entre la vida y la obra de René Daumal, el carácter procesal que parecen exigirse mutuamente, la zozobra que alientan frente a la tentación demasiado humana por las jerarquías provisorias.

-A falta de razones concretas para vivir (René Caamal) llegó a considerar esa dificilísima empresa (el suicidio), al revés, como “la más violenta afirmación de sí mismo”.

-Todo se paga, pero “es preciso pagar por adelantado” [sería bueno distinguir la apuesta, signo de libertad y del verdadero compromiso, de la  deuda judeo cristiana, tributaria del sometimiento y el culto de y a ese sometimiento.]

-Beckett: la posibilidad siempre latente de una salida por el humor, por esa espejo de humor intrínseco en toda escritura que admite el “destino” de cuestionarse a sí misma como tal. [efectivamente, humor y poesía es lo que les falta a los “trabajos” psicoanalíticos. Ya, nombrar como trabajo a un escrito que dudosamente lo es, anticipa que no puede esperarse de eso ni humor ni poesía ni mucho menos emoción (impresionante las observaciones de Céline acerca de la emoción en el escrito) Parece que esta referencia al humor de Beckett por parte de Sánchez, no hace más que retomar lo dicho por Freud respecto del chiste, pero es un poco más, es instalarlo en el corazón mismo de la escritura. O del discurso, si pasamos a Foucault. Cuando Foucault dice: sí, mis argumentos se disipan, están hechos para eso, afirmación que realmente parece un chiste ella misma, un chiste terrible dirigido al corazón mismo del racionalismo, está sustrayéndole a la enunciación la pesadez de la  razón racionalista, está permitiéndole precisamente ser enunciación y está haciéndose cargo realmente de ella,  es decir, con su cuerpo, no con su nombre]

-Vaché … era un maestro en el arte de conceder muy poca importancia a nada.

-Vaché (desaparece) gracias a cuarenta miligramos de opio con los que parecía querer cancelar, lo antes posible, aquella amenaza jerryana de volverse un día, él también, gordo y Ubú. O de volverse un cómplice – en la vida, en la posibilidad latente de la  escritura – del tedio que subyace, acaso inexorablemente, en los síntomas de toda convención.

-Primer monólogo de escriba en la ciudad de Santa Fe, frente a un auditorio sobrecogedoramente universitario que, según comprobara casi de inmediato, esperaba escuchar exactamente lo contrario de lo que me proponía transmitirle.

-El primer descubrimiento literal … sólo podía producirse a fuerza de decantación, gracias a un rechazo paulatino (sin garantías y capaz de hacer reír a medio mundo) de todo aquello que no debe hacerse. [El valor de la  negación, casi a nivel instrumental – vos estabas interesado en eso, C – podría decirse, en contra del adaggio corriente: sí, somos anti…

-Se trataría del momento en que se traiciona la riqueza potencial de un instrumento (el lenguaje) a fin de volverlo noticia, chisme, ilustración o comentario de ideas que podrían valerse por sí mismas.

-… la tonta arrogancia del fiscal con destino mesiánico; porque ya están el ensayo (y su auge)… [perdón amigos de EyC, pero la ironía de este fulano es absolutamente envidiable]

-Otra (posibilidad del escriba no canonizado): la posibilidad de una vida un tanto menos arropada..

-… la letra muerta leída por herencia y siempre dirigida a esa finalidad ulterior: evitar por todos los medios la actividad de las personas que leen.

-Me atreví a aclarar: o el lenguaje … era un medio de enfrentamiento del hombre consigo mismo en el sentido de poner entre paréntesis lo poco que siempre se sabe a fin de quedar disponible para un acto sin garantías posibles de tranquilidad, o en su defecto verificaba lo ya aprendido, auxiliaba a la cultura (como exaltadora o denunciadora) y por lo tanto las palabra empezaban a aludir al mismo tedio de aquella cátedra, de toda convención demasiado humana.

-Escritura capaz de no admitir desengaños de interpretación ni preceptiva de comentadores.

-Todos hemos leído libros (en el mejor de los casos cambiando de predilecciones cada tanto) todos empezamos a alimentar alguna vez, por lo general de una manera reservada y paciente, cierto afán acumulativo.

-El disconformismo humanista.

[y aquí una observación implacable pero también, , despiadada y quizás injusta sobre la adolescencia]:
-En resumidas cuentas: ¿qué fuimos a buscar a los libros allá por la adolescencia? Entre otras cosas también admisibles fuimos a buscar nociones generales, cierta apariencia problematizante que hiciese más llevadera la orfandad, ideas tranquilizadoras (nada más tranquilizador que sentirse trágico o justo) aquella galera de felpa de la que poco más adelante sería posible extraer un gusto algo personal, cierta visión de conjunto.  Es decir, fuimos a que nos contestaran, a que nos serenaran. 

-Esta ausencia de señales, este encuentro demasiado fortuito con lo que no nos buscaba, es el único elemento que puede generar más preguntas y sobre todo el personal cansancio frente a todo lo escrito, frente a la maleabilidad de una ideología y sus coherencias.

-La poesía beatificada por el iluminado momentáneo que canta.

-Las palabras, aquella respiración y aquella cadencia.

-Distinguir entre un pensamiento sistemático y los riesgos de un pensamiento estético.

-Haber experimentado con la mayor intensidad posible la fatiga y hasta el rechazo de todo lo que entendemos por imaginario… la imaginación es esa facultad que estaría separándonos de lo único que nos concierne.

-El oro por ninguna parte, para desaliento de los acreedores de confianza: nada que transmitirle a nadie, ni convicciones para representar, ni la menor idea de lo que irá a decirse porque es demasiado incierto lo que querría decirse y sobre todo porque seguirá en pie eso de que no estamos en condiciones de merecerlo, y que de ahí la escritura… ninguna historia para nadie.

-La única pauta de utilidad de un libro sólo puede ser corroborable en la experiencia misma.

-Puesto que cada palabra llama a otra – dice Merleau-Ponty - ¿porqué la expresión del mundo habría de estar sujeta a la prosa de los sentidos o del concepto? Hace falta que sea poesía,  es decir que despierte y reconvoque por entero nuestro puro poder de expresar, más allá de las cosas ya dichas o ya vistas.

-El supuesto cadáver (de la  novela realista) sacude cada tanto la cabeza pero esto no querría decir que existan síntomas de vida.

-.. antinovela, o sea el rescate de la  poesía que acepta el riesgo de no comprender su precariedad y sus síntomas, más que otra cosa una especie de fantasmón por la negativa cuyo único patrimonio es un incondicional respeto por la palabra desligada de su contexto ideológico y cuya única preceptiva posible es lo que ya no puede hacerse (por ejemplo, decir “él pensó” o “su rostro era blanco como la leche”)

-La solemnidad de la  razón y sus ensayistas

-Los ensayos que provenían y todavía provienen de los profesores



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correos XXIII mani

Aquí van unas digresiones. Unas más. La digresión es, en esencia, fragmentaria y eso le permite que la gente seria, que considera la seriedad como un valor, no la tome demasiado en serio. Sin embargo es escurridiza y, como advertían esos verdaderos Otros que años ha supimos tener por acá, disolvente.
Tal vez tenga otra virtud pero, ahora, respecto de quien la practica: fija un poco su propia disgre(ga)ción.

Hay una renegación por parte del psicoanalista de su condición profesional. Con todos los rasgos de la renegación: más la desconoce cuanto más se afirma en ella. Y hay una justificación: hay que ocupar ese lugar del sujeto supuesto saber en disputa con médicos, psiquiatras, curas o lo que fuere “pero a partir de ahí, hacer psicoanálisis.”
Los sofistas por ejemplo, no hacían diferencia entre lo que era su presencia en la vida pública y lo que con propiedad podría haberse llamado su práctica filosófica.
Tampoco la hace por caso el Budismo Zen, tan próximo a la experiencia analítica en muchos aspectos. No hay, por decirlo así, mayor distancia, allí, entre intensión y extensión. La extensión sostiene la austeridad, el despojamiento, que requiere el camino zen y de hecho es indistinguibles de él.
Esta cuestión tiene que ver con la extraterritorialidad o con la desterritorialización.
Se podría zanjar el trajinado tema de la  extraterritorialidad situándola como salida del discurso dominante. Para Lacan sólo el discurso analítico tiene la dimensión del instante o del acontecimiento mientras los otros tres, digamos, el de la permanencia. Me parece que ése es el núcleo de la  extraterritorialidad.
Parecen haber dos modos del cambio social: el bolchevique por así decir, o si se quiere el revolucionario: la lucha por el poder, la lucha contra el poder establecido. Es una guerra, a veces política, a veces militar, pero es algo que cursa al modo de un diálogo, por desbastador que pueda llegar a ser.
Y está ese cambio que ocurre a partir del crecimiento de una corriente social o económica o cultural que se incuba en el interior del orden o del sistema establecido y se extiende y finalmente se vuelve hegemónica. Muchas veces esto último no ocurre y esas corrientes subsisten como núcleos autónomos en diferente grado. En extraterritorialidad. Es el caso de las comunas. Es en cierto modo también, la vía del zapatismo. Y son también los saberes que se alejan de los saberes oficiales o del sistema.
Pero hay una cuestión más sutil y en cierto modo menos fácil de cernir: que es la posición misma frente a eso que se llama el Otro social. Es curioso que las posiciones más radicales son las que más “creen” en el otro social, en su consistencia, consistencia que le añaden con su misma creencia. El Otro social no es ni más ni menos que el orden, el orden que siempre es social. Son las leyes, los códigos y los reglamentos y por cierto los usos y las costumbres dominantes. Pero es también una construcción, la imputación de una unidad que no siempre tiene.
La sujeción al orden social es siempre un efecto fantasmático. La desobediencia es en cambio un gesto a menudo supremo de libertad.
Nuevamente es el artista el que más y mejor logra escapar al orden del trabajo que quizás sea el peor de los órdenes.
También el psicoanálisis debería escapar a eso.
No autorizarse más que de sí mismo es no sólo no autorizarse en el Otro sino tampoco en ese Otro que es la teoría. La teoría, un nombre del Otro.
Todo emprendimiento institucional estará sostenido en un discurso amo.
¿Sólo el “dispositivo” analítico daría la posibilidad del “flash”, de la  irrupción del discurso analítico?
El psicoanálisis vino a ser el retorno del amor, pero el retorno del amor sólo entre dos. Si es más de dos ya no hay acto analítico. ¿Habrá en esto una herencia del acto médico? ¿O simplemente del amor monogámico?
Los análisis grupales siempre fueron considerados un desvío o una impureza. Es curioso que aunque Lacan envistió contra los “efectos de grupo” por lo menos en una ocasión manifestó que no tenía nada contra aquello si era realizado apropiadamente, o algo así.
“Que la extensión esté regulada por el discurso analítico – se dice – es un imposible” Pero es que se trata justamente de sostener ese imposible. Es, me parece, lo que sostiene Foucault cuando a las preguntas por “propuestas” responde: ninguna. El “imposible” lacaniano, por lo menos el de uso corriente, ha tenido el penoso destino de cualquier producto de uso corriente.
¿Qué se dirá cuando se dice: el dinero es un significante? ¿Así se acopian los significantes: uno sobre otro como los billetes? ¿Un billete representa a un sujeto para otro billete? No creo que poner un precio suponga simbolizar algo. Sin duda el dinero está entre el sujeto y las cosas pero no siempre, no para todos del mismo modo.
- Se habla poco del dinero, del dinero como término de la  relación analítica. Término que hace del amor de transferencia un amor muy especial que hizo decir una vez a Pichón Rivière que los analistas eran los cafishios de la  angustia. El analista en cuestión, el que está en cuestión, en el mismo banquillo que el saber, no es la función analista, a la que todos nos avenimos, con mayor o menor suerte y virtudes, gustosamente a hablar. Es el personaje analista, a quien el mismo Lacan no trató demasiado bien.
- ¡Pero no! Escuche. Mais no! Écoutez (tiene más gracia en francés). ¡Esos eran los de la IPA!
 El dinero, oí decir, neutralizaría con su rostro de nada lo imaginario del amor del analizante. ¿Y su función en el analista? Hay ahí una extracción, sino una sustracción. El analista vive de sus pacientes. Como cualquier profesional, se dirá.
El pago sería un instrumento de castración ¡Pero se le paga al analista! No es que se hace desaparecer ese dinero. Se pagará por el objeto, como dice Lacan, pero quien goza de eso que se paga es la persona del psicoanalista.
El dinero, como se dice a veces no sin razón, es un gran ordenador. Y quizás, sí, sea un significante en lo real con toda su potencia enloquecedora.
Es también el gran medio de dominio. Y el ascenso a la escena en los últimos siglos del capital financiero ha permitido visualizarlo.
El dinero es sin duda en el capitalismo el término mayor del lazo social. Dinero a cambio de… fuerza de trabajo, bienes o servicios. Allí entra en principio el psicoanálisis. En la salud mental. Lacan decía: se paga por hablar o más precisamente, se paga por el objeto, por el objeto a. Por supuesto que esto viene enlazado con la idea lacaniana de la  deuda. Idea lacaniana y religiosa. Hay una deuda que se transmite de generación en generación, la deuda al padre.
¿No es el pago el reconocimiento en acto al sujeto supuesto saber?
¿Es así? ¿Lacan decía eso, que se paga por hablar? Me parece que se paga hablando. Y el pago, el pago en efectivo, es por la caja de resonancia, por la escucha, que es falta.
- El maestro Zen no cobra. Lo que se cobra no va al maestro sino al Zen. El maestro optó por la austeridad. Distancia respecto de los bienes y objetos. Temas poco frecuentados. A pesar de abrevar y citar profusamente categorías religiosas, temas bíblicos, no conozco (algunos habrá seguramente) comentarios acerca del voto de pobreza. Está ahí, sin embargo, independientemente de lo que, efectivamente, la iglesia ha hecho con eso. El tema viene por cierto de la antigüedad: Diógenes, los cínicos…
- “¡Pero, precisamente, qué antigüedad!”, podría ser, claro, la réplica.
La cuestión sin embargo, está ahí, en todos los debates, no sólo respecto de la religión o la filosofía. Ha estado y está presente en las discusiones sobre el papel y la función del intelectual cuya versión actual, un tanto empobrecida quizás, gira en torno de la figura del periodista.
La domesticación, la desactivación que sufre cualquier saber al momento de ingresar en los “claustros” universitarios no es del todo ajeno a la condición de empleado a sueldo, de ese burócrata del saber que es el profesor. Como no son ajenos los “elencos estables” y los artistas a sueldo del aplanamiento de su misma creatividad.
Se dirá, como siempre, que aún así hay buenos y malos profesores,  artistas talentosos y de los otros, más allá de su relación contingente con el dinero. Y la cuestión es precisamente esa: que “la relación” con el dinero no es contingente. Y en verdad tampoco se trata de una “relación con el dinero”. La idea de una “relación con el dinero” cuanto menos es la ensoñación de un alma bella que decidiría no contaminarse o bien, lo más habitual, “no pensar en eso”. Pero lo corriente es no hacerlo en voz alta ya que no se lo considera de buen gusto sino en la intimidad donde el avaro que nos habita calcula con fruición.
No hay ninguna relación con el dinero ya que, por lo menos en el capitalismo estamos absolutamente tomados y atravesados por eso. Es un orden – en todos las sentidos (y géneros) del término – de dinero.
¿Y que es el cobro? El término, notablemente, casi no existe en psicoanálisis, como no existe el de oferta siendo tan exuberantes los desarrollos acerca de la  demanda. Se dirá rápidamente: pero es que no hay simetría ni reciprocidad. Pero si no la hay, ¿porqué el dinero va al bolsillo del analista? Cuestiones de la  transferencia, término también de uso bancario.

Un abrazo. Quizá estuvimos un poco "institucionales" en esto de las "vacaciones". No estaría nada mal encontrarnos cada tanto los que estemos. Néstor 

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correos XXV céline

Aquí va un poco de Céline. Seguro que lo conocen. Francia lo declaró “vergüenza nacional” o algo así al final de la  segunda guerra. Había escrito unos textos rabiosamente antisemitas que los nazis imprimieron y distribuyeron de a miles durante la ocupación. Se salvó de la  horca por un pelo. Escapó a Dinamarca, ahí lo encarcelaron pero no lo deportaron y finalmente Francia lo amnistió. Estos fragmentos están sacados de Conversaciones con el profesor Y que escribió justamente tras su vuelta a Francia. El tipo tiene de todos modos una agudeza y un talento que no pueden negárseles y es eso lo que ha mantenido una polémica en torno a su figura que todavía continúa. Tiene un estilo de diatriba y de injuria que deja a la vista en cualquier momento su pendiente facha. Se queja amargamente por haber sido ninguneado o discriminado por la crítica adocenada (como diría Lenin) pero es manifiesto que se superpone con eso el (justo) desprecio y persecución  de los que fue objeto por su antisemitismo.
 Hay que decir que esos textos – dicen que algo se consigue por ahí en internet – respondían más a su desvarío (como fue, parece, el caso de E. Pound con el fascismo) que a un afán de sacar provecho personal al estilo Heidegger. Parece que fue siempre un personaje urticante, desacomodado respecto del entorno social, literario, intelectual.
 Me da la impresión que hay cosas (afirmaciones, frases, algún comentario sobre la juventud, por ejemplo, que me cayó pésimo ¡quizás por lo verdadero!) que han pasado diría inmodificadas a Néstor Sánchez que de todas formas lo menciona y lo coloca en su reducido pedestal donde no entran muchos.
Hace un momento leí un par de notas en el ADN de La Nación, una sobre Burroughs en la que éste afirma que la novela es un género pasado de moda y otra de M. Negroni en el que objeta,  tomando apoyo en I. Bachmann, la distinción entre novela y poesía (se trata por lo demás, esa nota, de una escritura exquisita a la que podría suscribir de comienzo a fin). Estas cuestiones son un poco el eje de Ojo de rapiña, el libro de Sánchez, y la verdad, es notable la anticipación de Céline.
Céline objeta la novela como mero relato. El cine, dice, vino a barrer con eso: todas esas descripciones de la  novela clásica, las hace mejor el cine (aunque a su turno va a cuestionar al cine mismo en esa función). Lo específico de la  literatura no es contar nada. La literatura tiene que honrar su instrumento. Debe ser poética o no ser.
Quizás estas cuestiones no son fáciles de plantear. Hemos sido formados, amasados, en el valor del mito (individual, histórico, familiar, literario), en la neurosis misma como un mito y un relato. Y aún el psicoanálisis, no pudo escapar de instalar su propio relato “normal”, su buen relato, lo que inevitablemente lo empujó hacia una moral – conservadora como cualquier moral, aunque penosamente conservadora por lo que se esperaba del psicoanálisis como liberador precisamente (qué diría un surrealista de la primera hornada si contemplara este psicoanálisis de hoy). Sánchez, con mucha agudeza alude a la interpretación como moraleja, apuntando a esa raíz moral que yo al menos, nunca había advertido.
Por otra parte, es éste un momento en que asistimos a la rehabilitación del “relato”, a un regreso de la  historia y de la  política misma como relato (aunque ayer Cristina decía: esto que hicimos, esto que estamos haciendo – en definitiva esto que ocurre, los actos políticos – no  es ningún “relato”), como reacción seguramente al relato liberal que agita el fin de los relatos en favor de la  “pura realidad” que seguramente es el peor, el más opresor de los mitos . La realidad que importa no es tributaria de ningún relato, sino de sus grietas y desfallecimientos, de sus momentos de viraje y de caída. Y es en este punto que estas cuestiones son las mismas que se juegan en el psicoanálisis y en un psicoanálisis. Hace ya unos cuantos años, en la ipba de entonces, pusimos en cuestión el “historial” para hacer foco en esos momentos de caída, de destitución. Pero el valor agregado era que también el relato de ese acontecimiento estaba sujeto al mismo principio.
El relato tiene vocación de sistema. No soporta interrupciones. Por eso las disertaciones tienen que tener comienzo y fin. Si no, puede perderse el “encanto” o lo que sería más peligroso, el hilo, la coherencia. Esta necesidad de orden y sistema colonizó el análisis mismo que debía tener también inicio y final claros y establecidos, y aún tipos de inicios y de finales.
Pero volviendo al texto de Céline. Este mérito – que él mismo subraya, “mi truquito”, dice – de hacer latir en la escritura algo de la  oralidad no podría resultarnos indiferente. Él lo plantea como una técnica, lo llama emoción. No es la palabra que uno elegiría pero eso no importa demasiado. Es en todo caso un trabajo sobre el lenguaje y sobre sus signos: las exclamaciones vertidas a saco, los puntos suspensivos todo el tiempo. Es un modo,  el de él en todo caso, de exorcizar la escritura o de sacudir por lo menos un poco el cadáver, o de volverla apta para alojar eso que parecería que (la escritura) necesitó rechazar: la emoción, sí, pero antes que nada una temporalidad en la relación del sujeto con la palabra y con el otro – se puede, como se escribe, hablar sólo, es cierto, pero eso es ya otra cosa -  que es lo que se experimenta como “emoción”.
Y está también en Céline esa lucidez, esa referencia a la Academia que termina engulléndose todo, por supuesto luego de esterilizarlo. No le doy treinta años…dice por ahí. Algo parecido pronosticaba Lacan para sus propios inventos ¿no?  

Conversaciones con el profesor Y.

 - Y usted, entonces, qué es usted?
- Soy un pequeño inventor, señor.
- No me diga!
- ¡Pequeño inventor, sí señor! … ¡de una cosita!... ¡sólo una cosita!... ¡no envío mensajes al mundo! ¡yo no, señor! ¡no lleno el éter con mis pensamientos! ¡yo no, señor! ¡no me emborracho con palabras, ni con oporto ni con mensajes a la juventud! ¡no cogito para el planeta!... ¡sólo soy un pequeño inventor y de una cosita muy chica! ¡que pasará por supuesto! ¡como todo lo demás! ¡como el cuello postizo! ¡conozco mi ínfima importancia! ¡pero todo antes que las ideas! … ¡las ideas se las dejo a los charlatanes! ¡todas las ideas!... ¡a los cafishos, a los confusionistas!
- ¿Usted inventó algo? … ¿qué invento?
- ¡La emoción en el lenguaje escrito! … el lenguaje escrito estaba seco … soy yo el que le devolvió emoción al lenguaje escrito!... ¡como le he dicho!...¡un lindo trabajito, se lo juro!...¡el truco, la magia! ¡que cualquier tarado pueda hoy en día emocionar “por escrito”! ¡no es nada! … ¡es ínfimo pero es algo!
- Usted es grotescamente pretencioso.
- ¡Ciertamente! ¡ciertamente!... ¿y?... ¡los inventores son monstruosos! ¡sobre todo los pequeños inventores! ¡La emoción del lenguaje hablado en lo escrito! ¡Reflexione un poco profesor!
……………………………….
 - la emoción sólo se encuentra, y con muchísimo esfuerzo, en lo “hablado”… la emoción sólo se deja captar en lo “hablado”… y reproducir en lo escrito, a través del esfuerzo… ¡le explicaré el truco más tarde! por ahora retenga al menos que la emoción es complicada, evasiva, que en esencia es: ¡evanescente!... uno intenta competir con ella… ¡pero termina pidiéndole disculpas muy rápido! ¡sí! ¡sí!... ¡disculpas! ¡no la agarra cualquiera a esa maldita! ¡no señor! Años de trabajo encarnizado, bien austero, bien monacal, para agarrarla… ¡y suerte! ¡un pedacito de emoción vibrante!...¡así de grande! ¡es algo precioso la emoción, profesor Y!
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 la emoción viene del alma del ser, no tanto de las pelotas y de los ovarios…. ¡cómo se embaucan los goncourtianos!.... ¡se cuidan todos de la  emoción como de cagarse en la cama!
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 … mi truco pronto se va a convertir en “cromo”! [cromolitografía, Céline emplea el término como sinónimo de mal gusto] … no le doy treinta … ¡cuarenta años! … ¡antes que se meta con él la Academia! ¡de que se lo engulla! ¡uno! ¡dos! ¡tres cuatro maniobras de diccionario! …¡y todo se volverá “emotivo”! sic transit… ¡el destino de todas las invenciones! ¡las pequeñas y las grandes!... saqueos, falsificaciones, estafas, imitaciones, resentimientos… durante cincuenta años… ¡y luego zas!...¡todo bascula hacia el dominio público! ¡la farsa está jugada! ¡el inventor muerto hace un siglo! ¿existió realmente?... ¿se preguntan? … dudan…¿era el gordo rubio y mofletudo de esas fotos? ¿o ese flaquito rengo, como dicen algunos?
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 ¡voy a ponerle los puntos sobre las íes! Escuche bien lo que le digo: ¡los escritores de hoy no saben todavía que el cine existe! … y que el cine ha vuelto ridícula e inútil su manera de escribir …¡vana y pretenciosa! Porque sus novelas no son más que guiones, más o menos comerciales, en busca de un cineasta! … el cine tiene todo lo que le falta a sus novelas: el movimiento, los paisajes, lo pintoresco, bellas muñecas desnudas, vestidas, Tarzanes, efebos, leones … ¡trucos de circos que parecen reales! … ¡escenas de boudoir! ¡la psicología!
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 El mundo es sádico, reaccionario, además de tonto y tramposo… va a lo falso, naturalmente … ¡sólo ama lo falso! … ¡las etiquetas, los partidos, las latitudes no cambian eso en lo más mínimo! … ¡necesita lo falso, el “cromo”, en todo, por todos lados! … ¡si ahora se ocupa de Van Gogh es por el valor que ha adquirido y porque lo “difícil” afloja con el tiempo! Los escritores, vea, ¡sus libros no adquieren “valor” al envejecer! … los escritores, como le decía antes, no reaccionaron ante el cine … pusieron cara de personas decentes que no se dan cuenta de lo que está pasando … ¡siguieron garabateando lo más tranquilos con cara de nada! … reforzaron el “bello estilo” … los “períodos” … las frases “bien buriladas” siguiendo la vieja receta de los jesuitas … amalgamada con Anatole France, Voltaire, René, Bourget … solamente agregaron un poco de pederastía … kilos de trucos policiales … para volverse “gideanos-como-corresponde” … “freudianos-como-corresponde”, “alcahuetes-como-corresponde” … ¡pero siempre “cromos”! ¿no es así? … ¡qué innovaciones conformistas! … ¡“comprometidos”, claro! ¡y cómo!...¡hasta el escroto! …..¡Cualquiera salido del liceo se chapucea un Goncourt en seis meses! Un buen pasado político, un buen editor, dos, tres abuelas por toda Europa … ¡y listo!

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correos XXVI. transferencia, edipo

Hola amigos, les mando unos primeros apuntes sobre el tema. Es sólo para que vayamos calentando los motores. Cada uno discute como quiere y puede. A mí me gustaría hacerlo en los bordes de un discurso que es de borde, o en los fundamentos, de cuya interrogación continuada depende ese discurso, no para “crecer” sino para sostenerse. En todo caso no me interesa “profundizar” y le ruego al Altísimo me libre de esa empresa para la que felizmente no estoy preparado. Hay gentes más profundas que yo y más profundizadoras, que además, tras profundizar formalizan y sistematizan. Con lo cual puedo ahorrarme todo eso sin remordimientos y de paso tomar distancia de terminologías de dudoso gusto.
La transferencia es el amor. Sin duda es de donde hay que partir. Volver a partir.
Hay cantidad de teorías sobre el amor a las que por cierto habría que considerarlas más bien testimonios.
Discursos tal vez. ¿Hay discurso amoroso? ¿Discursos amorosos? ¿Hay lugar para el amor en un discurso?
La sola idea de J. Allouch de inventariar los amores, los “tipos” de amor practicados y mentados en el curso de la historia es de por sí encomiable y sobre todo su afirmación de que no hay teoría del amor. Por lo menos en Lacan. Yo diría: como haber, hay teoría de todo y en general no sirven para nada. Pero la afirmación de Allouch viene a cuento porque en el psicoanálisis hay teorías del amor para todos los gustos, “lógicas de la  vida amorosa”, “estructuras del amor”, “articulación con el deseo y el goce”, etc. etc.
El problema de las teorías es que después se ponen “en práctica”. Se “instrumentan” como se dice. Se hacen “maniobras”, Lacan dixit. Maniobra, manipulación… El lugar del maniobrador o maniobrero queda allá, más allá, operando…
Volvería a partir entonces del amor como “movimiento” hacia el otro, como lazo, o como identificación, aunque cada término no tiene porqué coincidir con el otro. Como investimento o investidura, como libidinización si quieren, hasta como simpatía. Y por supuesto incluyendo a los contrarios (odio, antipatía, etc)
Es el amor amoroso, si vale el pleonasmo. O el amor enamoramiento. “Imaginario”, como se dice a veces. El “odioenamoramiento”.
Es un amor que gusta de la  monogamia. No sólo “hace uno” sino que busca lo que se presenta como uno. Se “ama” una mujer, un hombre, un amigo, una idea, un país.
Y también un hijo, una madre, un padre. Y después, claro, viene el analista, la transferencia en sentido estricto.
Bueno, esto es el amor. Gusta del cuerpo, es verdad, pero se las arregla también sin él. Por otra parte ¿qué es el cuerpo? ¿Es el contacto, la proximidad, la presencia? ¿Pero qué quiere decir, hoy, presencia? También hay hoy, no una fragmentación sino una multiplicación de los imaginarios en ese campo que llamamos virtualidad que obliga a cuestionar otra vez qué es una presencia.
Este amor, éste, fue señalado por Freud, genialmente, hay que decirlo, como obstáculo, como resistencia. Como resistencia en general y en particular al análisis. Lo que corre en línea con esa otra también sorprendente definición de los neuróticos como  “hambrientos de amor”.
Tampoco hace falta detenerse mucho en el amor como “enfermedad”, cuestión abordada largamente por filósofos y escritores de diversas especies, con humor, ironía y … verdad. Si la neurosis se vale del amor alguna afinidad los aproxima.
Pero el acento hay que (releo este cacofónico “hay que” y corrijo: yo preciso ponerlo ahí)  ponerlo en lo uno  que se ama y lo uno que se procura con lo que se ama en el sentido de hacerse uno con él.
Ese hacerse uno, ya sabemos, viene del Edipo, de la  madre, el falo y todo eso. Y también, por supuesto del amor al padre. Por eso, después, la transferencia. Que claro, es edípica. Es a uno. Se dirá que hay un sepultamiento del Edipo, que son tres y hasta cuatro, contando al falo. Pero aún en caso que lo hubiera (tal sepultamiento), no parece ser del todo el (caso) del neurótico – retorno de los muertos vivos – y  en cualquier caso su anhelo es hacerse uno con la madre o con el falo o aún con el padre.
Así, la transferencia es el Edipo, y el “dispositivo”, antes que se diga una palabra continúa esa transferencia y ese Edipo. Es palabra de Freud.
El análisis es “individual”. Monogámico (o mono-maternal o mono-paternal) Son  inconcebibles varios análisis a la vez. Ha habido casos, infidelidades, ocultas por motivos institucionales como en el matrimonio.  
El análisis es con UN analista porque es heredero del Complejo de Edipo o de la  relación con el médico o el psiquiatra, que con el maestro, el gobernante, el cura, integran el stock de “figuras paternas” que el discurso social instituye. Es decir que por vía directa o indirecta llegamos al Edipo.
Pero ocurre que el Edipo mismo es un hecho de discurso. No me refiero a la teoría freudiana que es uno de los efectos posibles de ese discurso. Es, exagerando un poco, su comentario, o por lo menos un comentario particularmente relevante. Me refiero al discurso que instaura al hijo como hijo. Y por supuesto a la mujer, al hombre, al matrimonio. Hechos de discurso y no condiciones para el surgimiento de “lo simbólico”.
Bueno, entramos, está claro, a toda vela en las objeciones deleuzoguattarianas o guatarodeleuzianas cuyo silenciamiento en el psicoanálisis a sido ostensible y atronador.
Lo cual, para un discurso que siempre ha querido sostenerse en el borde mismo de la interrogación y puesta en cuestión de sus propios términos, es, como fenómeno, interesante. Preferimos – también le ocurre salvando las distancias al kirschnerismo con los ataques de la derecha y las objeciones que pueden venir de una  izquierda lúcida, libertaria – polemizar con los cuestionamientos más burdos de un racionalismo o un conductismo de “actualidad” – nos la pasamos agitando esas polémicas – que hacer lugar a lo que de verdad puede interrogar los fundamentos de la  práctica del análisis.
Saludos, espero – y estoy seguro – que este inicio (que por otro lado no del todo tal) motivará respuestas, pero ojalá, sobre todo,  otras preguntas y objeciones. Nos vemos el viernes, Néstor.

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