jueves, 12 de marzo de 2015

adiós al capitalismo

Adiós al capitalismo me produjo sentimientos -sentimientos, sí, en el primer golpe de lectura- encontrados, difíciles.

En primer lugar, su radicalidad me sobrecogió. No hay contemplaciones. Ataca al capitalismo con decisión, con fuerza y también con estilo. Sin embargo, sin altisonancias y tal vez eso sea signo de convicción.

Baschet no es el tipo de francés al que estamos habituados. Conserva la elegancia pero no la soberbia intelectual francesa, tan característica. Más bien hay alguna humildad, no tanto de la  persona, que apenas se deja ver, sino de las ideas. Influencias chapanecas probablemente.  Y combina la sencillez de sus propuestas con una bibliografía profusa por donde, contrariamente a lo que suele ocurrir con las bibliografías, uno siempre tiene el deseo de continuar.

En Adios al capitalismo está presente, explícita o implícitamente el pensamiento emancipador de los últimos cuarenta o cincuenta años y las encrucijadas, los impases y las discusiones que se generaron y extendieron en ese pensamiento y en los movimientos sociales y políticos correspondientes. Negri y Hardt, Halloway, también Foucault, Deleuze,  Guattari, por supuesto Marcos y el zapatismo, y una retahíla de nombres que apenas conocemos, abocados a cuestiones sobre las que uno ha rumiado incontables veces.

Se puede situar la época de un texto por las palabras a las que recurre y lo sostienen: subjetividad, producción de subjetividad, capilaridad, organización no capitalista de la  vida colectiva, principio del buen vivir…y por aquellas a las que no apela sino para objetarlas: poder, partido, estado, vanguardia. Pero más allá de “localizar” el texto, lo cual no es seguro que suponga hacerle algún favor – solían quejarse con razón los escritores del “boom” precisamente que los licuaran bajo esa etiqueta- me gustaría señalar algunas particularidades –creo que no exagero-  luminosas.

Una de ellas es la precisión y concisión de sus afirmaciones. Ejemplo: La fatalidad sistémica impera. No se lo podría decir mejor. Y enseguida: La adhesión a la realidad –construcción preciosa también: la realidad como materia de adhesión. Pueden y deben ensamblarse ambas afirmaciones: lo sistémico impera y es fatal en tanto hay adhesión a lo que se presenta como realidad, la única posible.

Esta adhesión se sostiene en un menú que entrevera coacción y seducción en proporciones variables: “necesidad de sobrevivencia, brillo de los modelos de ascenso social, seducciones adictivas del consumo, privilegios del confort, sentimiento de inseguridad meticulosamente instalado, miedo de perder lo poco o lo mucho que se tiene.”

El foco está puesto, como se ve en las capas medias o medias altas, o por lo menos no en los sectores más pobres que apenas pueden batallar por la subsistencia. También a aquéllos les dirige una suerte de crítica en sordina: lo inconducente de un escepticismo o aún de una crítica que dejan intacta la adhesión al sistema. No se puede –dice- denunciar los crímenes de este sistema e inclinarse frente a su aparente invencibilidad. Llama a este anticapitalismo capitulismo.

Apunta además específicamente a las “patologías psíquicas”, a la destrucción de las subjetividades, a la “sensación de un inmenso vacío de subjetividad”, al sentimiento de desposesión.

Y finalmente, a la destrucción de la  naturaleza, consecuencia lógica de la lógica capitalista.

Hay pues una articulación muy lograda entre la crítica al capitalismo, de elocuente cuño marxista, con un foco puesto en las subjetividades antes que en “lo ideológico” ya que no se trata tanto de ideas como de los resortes subjetivos, existenciales, porqué no, en que se sostienen.

Hay también una cantidad de apreciaciones que tienen la concisión de una fórmula y que apuntan, unas veces a desarticular clichés aceptados que justifican el orden existente, otras a desnudar las capitulaciones – llama el anticapitalismo de la  crítica resignada, el capitulismo que citaba más arriba- de las objeciones escépticas: “Ya no estamos dispuestos, dice, a aceptar lo inaceptable en nombre de un realismo vuelto criminal ni en seguir combinando lucidez crítica y resignación práctica.”

Es muy agudo cuando apunta a los efectos del capitalismo no quizás en los derrotados, los perdedores, en los desocupados o los “sin”, los que han pasado definitivamente a los márgenes del sistema, ni en los que, aún esclavizados, no logran asegurar su subsistencia, sino en sus supuestos vencedores o en los que están empatados, o eso creen: egocentrismos agresivos, soledades depresivas, falsos deseos adictivos ausencia de comunidad, vacuidad en lo más íntimo del ser.

Es interesante, allí donde el psicólogo y el psiquiatra listan sus psicopatologías Baschet detalla los efectos del reino de la  mercancía en la subjetividad.

Efectos que, lo hemos visto, retroalimentan siniestramente las condiciones que los engendraron. Lo vemos casi cotidianamente en las clases reclaman más “seguridad”, más exclusión, más discriminación hacia la pobreza criminalizada.

La versión declaradamente fascista del capitalismo ha mostrado bien cómo todas las frustraciones encuentran su cause en el odio y la violencia que el capitalismo le ofrece.

Un punto clave en el texto, aunque esté dicho como al pasar, es  el de “afinar la crítica de lo existente”. Afinar la crítica lleva consigo necesariamente, ser serio en la crítica. No refugiarse en las consignas que terminan vaciándose a fuerza de la repetición extenuante. Afinar la crítica de lo existente requiere desconstruir lo existente. Y tensar los hilos.

Esta idea va de la  mano de la  desespecialización de la  política. La acción política es siempre local, y es sostenida por el pueblo mismo. Rechaza el liderazgo y el político profesional. Se vuelve general como confluencia de las luchas no por la mera unificación de consignas. Eso no supone, sin embargo que el anticapitalismo es un objetivo “futuro”, para “cuando las masas se radicalicen”. Hay allí una inversión de las tácticas clásicas de la  izquierda (profundizar las reivindicaciones hasta cuestionar el sistema). Es el mismo anticapitalismo el que objeta un estado de cosas y progresa no tanto por la conquista de reivindicaciones que mejoran el capitalismo como por la liberación de zonas que no sólo ni siempre son geográficas.

Probablemente esta posibilidad esté ligada al hecho de que capitalismo y anticapitalismo son términos que han logrado hoy salir explícitamente a la superficie. Se dicen y resulta por ahora al menos, muy difícil para el discurso dominante, negarlos y demonizarlos.

Todas estas cuestiones están a la orden del día en los procesos de América Latina, con semejanzas y profundas diferencias entre sí. Sólo una posición auténticamente anticapitalista puede eludir los gestos gorilas y sectarios de la  izquierda tradicional y acompañar estos procesos sosteniendo una crítica y una discusión abierta y sin concesiones con  progresismo, al desarrollismo, al reformismo y  con las formas paternalistas de la acción y de la institucionalidad política del capitalismo.nb











  


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