correos IX thomas szasz
En
el meollo de casi todas las teorías y prácticas psiquiátricas
contemporáneas está el concepto de enfermedad mental. Un
examen crítico de este concepto es, pues, indispensable para
entender las ideas, instituciones y procedimientos psiquiátricos.
Mi
objetivo en el presente ensayo es preguntar si existe eso que
se denomina enfermedad mental, y sugerir que no existe.
Por
supuesto, la enfermedad mental no es una cosa u objeto
material, y por ende solo puede existir en la misma forma
en que lo hacen otros conceptos teóricos. Sin embargo,es
probable que las teorías muy difundidas se presenten tarde
o temprano, a los ojos de quienes creen en ellas, como «verdades
objetivas» o «hechos». En determinados períodos
históricos, conceptos explicativos tales como las deidades,
las brujas y los instintos parecían ser no solo teorías
sino
causas evidentes por sí mismas de un vasto número de fenómenos.
En la actualidad, la enfermedad mental es concebida
en buena medida de manera análoga, vale decir, co-
mo
la causa de una cantidad innumerable de acontecimientos
diversos. A
manera de antídoto contra el uso complaciente de la noción
de enfermedad mental —como fenómeno, teoría o causa
evidente por sí misma—, preguntémonos: ¿qué se quiere
decir cuando se afirma que alguien padece una enfermedad
mental? En este ensayo procuraré describir los usos
principales del concepto deenfermedad mental, y sostendré
que esta noción ha perdurado más allá de toda la
utilidad
que pueda haber prestado para el conocimiento, y
que ahora funciona como un mito. La noción
de enfermedad mental deriva su principal fundamento
de fenómenos como la sífilis cerebral o estados delirantes
—intoxicaciones, por ejemplo— en que las personas pueden
manifestar determinados trastornos de pensamiento y
de conducta. Hablando con precisión, sin embargo, estas
son
enfermedades del cerebro, no de la mente. Según cierta escuela,
todas las
llamadas enfermedades mentales son de este
tipo. Se supone que en última instancia se hallará algún defecto
neurológico, quizá muy sutil, que explique todos los
trastornos de pensamiento y de conducta. Son muchos los
médicos, psiquiatras y otros científicos contemporáneos que
tienen esta concepción, la cual implica que los trastor-
nos
de la gente no pueden ser causados por sus necesidades personales,
opiniones, aspiraciones sociales, valores, etc., de
índole
conflictiva. Tales dificultades —a las que podríamos denominar
simplemente, creo yo, problemas de la vida— se atribuyen
entonces a procesos fisicoquímicos que la investigación
médica descubrirá a su debido tiempo (y sin duda corregirá).
...al
buscar alivio para sus responsabilidades morales,
el hombre mistifica y tecnifica los problemas que se
le
plantean en la vida; y, por otra parte, la demanda de «ayuda»
así generada es satisfecha ahora mediante una tecnología
de la conducta que se muestra muy dispuesta a liberar
al hombre de sus cargas morales tratándolo como un enfermo.
Esa necesidad humana y la respuesta técnico-profesional
a ella conforman un ciclo autónomo que se asemeja
a lo que los físicos nucleares denominan una reacción autogeneradora:
una vez iniciado y después de alcanzar una etapa
«crítica», el proceso se nutre a sí mismo, trasformando
más y más problemas y situaciones humanos en
«problemas»
técnicos especializados que deben ser «resueltos»
por los llamados profesionales de la salud mental.
La
interacción dialéctica de las tendencias o temas opuestos
de la libertad y la esclavitud la liberación y la opresión,la
competencia y la incompetencia, la responsabilidad y la
licencia, el orden y el caos, tan esenciales para el crecimiento,
vida y muerte del individuo, es trasformada por la psiquiatría
y campos conexos en las tendencias o temas
opuestos
de la «madurez» y la «inmadurez», la «independencia»
y la «dependencia», la «salud mental» y la «enfermedad
mental», la «cordura» y la «locura». Pienso que todos
estos términos psiquiátricos son inadecuados e insatisfactorios,
pues desestiman o soslayan el carácter esencialmente
moral y
político del
desarrollo humano y de la vida
social.
De este modo, el lenguaje de la psiquiatría priva de su
índole ética y política a las relaciones humanas y a la
conducta
personal.
La
conquista de la existencia humana, o del fenómeno de la
vida, por parte de las profesiones relacionadas con la salud
mental comenzó con la identificación y clasificación de las
llamadas enfermedades mentales y culminó en nuestros días
con la afirmación de que la vida toda es un «problema psiquiátrico»
que la ciencia de la conducta debe «resolver».Según
los voceros más prominentes de la psiquiatría, este proceso
ya ha terminado. Por ejemplo, Howard P.Rome,
consultor
sénior en
psiquiatría de la Clínica Mayo y ex presidente
de la Asociación, Psiquiátrica Norteamericana, sostiene
sin vacilar: «En la actualidad, la única cuenca apropiada
para el caudal de la psiquiatría contemporánea es el mundo
entero, y la psiquiatría no debe amedrentarse ante la
magnitud de la tarea».
1 Como
todas las invasiones, la invasión por parte de la psi-
quiatría
del paso del hombre por la vida comenzó en las fronteras
de la existencia y luego se extendió gradualmente a
su interior. Los primeros en sucumbir fueron los que he-
mos
llegado a considerar los «casos obvios» o «graves» de «enfermedad
mental» (o sea, la llamada histeria de conver-
sión
y las psicosis), que, aunque ahora se aceptan incuestionadamente
como afecciones psiquiátricas, antes pertenecieron
al dominio de la literatura, la mitología y lareligión.
Este
copamiento psiquiátrico fue sostenido y alentado por la
lógica, las imágenes y la retórica de la ciencia, en especial la
medicina. Así, ¿quién podría oponerse a que la persona que
actúa como si estuviera enferma aunque en realidad
no
lo está sea llamada «histérica», y se la declare en condiciones
de recibir los servicios de los neuropsiquiatras? ¿No
fue
esto acaso simplemente un avance de la ciencia médica, similar
a los progresos habidos en bacteriología o cirugía?
Análogamente,
¿quién podría objetar que a otras «personas
trastornadas» —como las que se refugian del reto que les
plantea la vida real en sus propias creaciones dramáticas,
o
aquellas que, insatisfechas con su identidad real, asumen una
falsa identidad— se las encamine hacia la psiquiatría
bajo
el rótulo de «esquizofrénicas» y «paranoides»?
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