domingo, 16 de junio de 2013

correos XI lo múltiple

correos XI
lo múltiple

Aquí va un pasaje un poquito largo y de una escritura algo enrevesada de La escritura del desastre. Blanchot pasa del elogio del fragmento a lo múltiple, otro enemigo de lo uno y sus uni (-verso, versal, místico o "mísmico" - el último neologismo es a mi cuenta) Necesité leerlo varias veces, despacio. Me pareció admirable cómo acomoda juntitos moral y saber, razón dialéctica y reconciliación mística más esperanza de salvación. Y frases como "recurso de la realización en el universo por terminar o por fingir" o "el pensamiento satisfecho, dormido de estar acabado" o "lo uno con su primacía gloriosa devolviendo lo otro hacia lo mismo". Más que frases, mazazos. Mazazos al sistema que es siempre Hegel. Dice por ahí Blanchot, algo que no deja de ser terrible pero hace sonreir: no te podés oponer a la dialéctica pues en ese mismo acto te incluye! Si no estás atento, Hegel resulta invencible.

Lo múltiple es ambiguo. Una primera ambigüedad es fácil de determinar, ya que hay lo múltiple, lo variado, lo cambiante o lo diverso con los cuales, por las operaciones conjuntas de la  razón dialéctica o práctica, cuando no por el llamado de la  reconciliación mística, se forma la totalidad unitaria que los preservará alterándolos, como medios o momentos mediadores o, místicamente, echándolos al gran fuego de la  consumación o de la  confusión. En tal caso, múltiple, cosas variadas o separadas, sólo sirvieron de sustituto, de figuras sensibles, o testaferros, para el enfoque de aquello que no podría enfocarse de otra manera: espera y recurso de la  realización en el uni-verso por terminar o por fingir. Desde el uno, sujeto (aunque fuese sujeto fisurado, siempre doble, que desea en balde) hasta lo uno universal o supremo, lo múltiple, lo disociado, lo diferente no habrá sido más que paso: reflejo de la  Presencia mayúscula que, aún sin llevar nombre, se consagra en la altura soberana. Osada mezcla de una dialéctica con un ascenso (místico) por la esperanza de la  salvación. Tales procesos no son despreciables, porque lo que está en juego es importante, siendo casi la meta (hasta hoy o ayer) de toda moral y de todo saber.

Queda que la ley de lo Uno con su primacía gloriosa, inexorable e accesible, excluye lo múltiple como múltiple, devolviendo aun con rodeos, lo otro hacia lo mismo, y reemplazando la diferencia por lo diferente, sin dejar que la primera se cuestione, tan poderosa y necesaria es la organización del habla que responde al orden de un universo habitable (en donde se nos da la promesa de que todo estará – por lo tanto ya está – presente , en participación con la presencia asible-inasible). Pero esta soberanía de lo Mismo y de lo Uno, majestuosa y simple (ya sea próxima o de esperar) que lo domina todo de antemano y reina sobre cualquier ente como sobre el ser, que arrastra en su orbe cualquier aparecer como toda esencia, cuanto se dice y cuanto ha de decirse, formulaciones, ficciones, preguntas, respuestas, proposiciones de verdad y error, afirmaciones, negaciones, imágenes, símbolos, hablas de vida o de muerte, señala precisamente que, fuera de la  soberanía de lo Uno y la Totalidad, fuera del universo y de su más allá, y cuando todo está cumplido, advenida por fin la muerte en forma de vida contenta, se da de manera más apremiante la exigencia sin derecho de lo otro (lo múltiple, lo desprovisto, lo esparcido) como aquello que siempre ha escapado de la  realización, y así, para el pensamiento satisfecho, dormido de estar acabado, se afirma (afirmación como hueca) la obsesión, que vela sin cesar, del otro (en la no presencia) aunque no sabe reconocerla, sabiendo que tan sólo le corresponde, desastre nocturno, para asignarla a una perpetuidad desunida, premisas quizás de una escritura, en todo caso una revolución en tanto caduca.

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