martes, 30 de agosto de 2011

políticas de la transferencia

políticas de la transferencia
(bolomo - tchira)
28 de octubre de 2009

(en el marco del ciclo de conferencias sobre la transferencia realizado en el centro de salud mental nro. 1 - ciudad autónoma de buenos aires)

Damos comienzo al segundo encuentro del ciclo de conferencias sobre la transferencia. Los invitados son Alberto Tchira y Néstor Bolomo. El título de la mesa es Políticas de la transferencia. Lo puse yo el título así que, cualquier cosa… Gracias por venir.

Néstor: Gracias a Bárbara por la invitación. Fue ella como bien dijo quien propuso el título. Nosotros, ustedes sabrán, compartimos un espacio de trabajo que se llama La política de Lacan hallada en el psicoanálisis, que se puede leer como cada uno quiera. Y es ahí donde trabajamos, precisamente, cuestiones que hacen, no diría  “al psicoanálisis y la política”, sino al psicoanálisis como política. Las dos cuestiones están absolutamente entrelazadas. Quiero decir, el  título de nuestra conversación de hoy y esta preocupación que nos anima y que nos ocupa desde hace un buen tiempo a un grupo de psicoanalistas y amigos: qué particularmente, qué de la política y qué política se juega en lo que se dio en llamar psicoanálisis en la extensión. Y para definirlo rápidamente, diría: es, simplemente, ese campo que se distingue de la situación transferencial entre un analizante y un analista pero que es, que continúa siendo, un campo de existencia del  psicoanálisis, el psicoanálisis en extensión.
Pensar el psicoanálisis como una política tiene que ver con el hecho de que implica un deseo. No diría que implica el deseo porque todo implica el deseo. Digo: el psicoanálisis pensado como política implica un deseo específico, que es el deseo de que el psicoanálisis se sostenga. Que el psicoanálisis se sostenga, no como teoría, porque aunque el psicoanálisis puede sedimentar como teoría, no creo que sea un rasgo que especifique al psicoanálisis. Prefiero decir que se sostenga como discurso o como práctica de discurso, aunque eso pueda ser un pleonasmo, en el sentido de que un discurso no es una perorata sino que es algo que efectivamente se practica. Y no hay práctica que no sea de discurso. Subrayo práctica: es algo que necesariamente afecta y efectúa al que la sostiene. Una práctica excluye el hacer que carece de efectos sobre quien lo sostiene. Excluyo también la cuestión del psicoanálisis como teoría ya que eso suele  derivar rápidamente, desafortunadamente en una filosofía. No tengo nada contra los filósofos - hay filósofos de los cuales hay mucho por aprender, en particular filósofos que abominan de la filosofía – pero hay que decir que el psicoanálisis no es una filosofía. Tampoco es una ciencia, no voy a abundar en esto, que es un tema que se puede discutir pero que está bastante transitado, por Lacan mismo.
Situaría entonces el psicoanálisis como una práctica y, agregaría, como una práctica del decir, que se efectúa en el decir. Una práctica próxima al decir. Plantearlo así al psicoanálisis permite tomar la intensión y la extensión no diría de un modo articulado, diría, como dos modos de existencia del psicoanálisis. Si el  psicoanálisis es una práctica del decir, el analista es alguien que puede decir algo. O si ustedes prefieren, que habrá dicho algo. Torciendo un poco esa fórmula de Lacan: “el psicoanalista es alguien de quien se espera un psicoanálisis”, uno podría decir: un psicoanalista es alguien del que se espera que haya dicho algo. Eso no excluye que se escriba, pero a condición de precisar la escritura más bien en el plano de sedimento de lo que se dice. Distinguir la escritura, quiero decir, del mero hecho de publicar libros o trabajos o conferencias, la escritura como un precipitado del decir. Y a la vez también como una inscripción, como un cifrado a partir del cual se puede relanzar el decir.
Si uno ubica el psicoanálisis en relación al decir aparece enseguida toda la dimensión política del psicoanálisis. El decir como distinguiéndose del dicho, el decir como acto, del decir como algo que reclama sostener algo en tanto no todo entra en el dicho. Contrapondría acá el caso del profesor: el profesor no es alguien que dice, sino más bien que menta o que cuenta lo que alguien dijo, que cuenta lo que alguien arriesgó como enunciación. Habrá profesores mejores o peores y no niego, incluso, que pueda haber algo del orden de la enunciación en el profesor pero la práctica del profesor es otra. Y esto viene a cuento porque el fenómeno, el hecho de que las instituciones psicoanalíticas se hayan convertido o, para decirlo de un modo que no parezca agresivo, que la práctica que se llama de enseñanza  haya ocupado casi todo el espacio de las instituciones psicoanalíticas, con cursos, con Lacan 1, Lacan 2, Lacan 3, Freud, títulos reconocidos por no sé quién , “se otorgan certificados”, salida laboral, bueno, esta derivación a la práctica universitaria es lo que  intento deslindar del psicoanálisis como una práctica de discurso y como un decir.
Un decir, decía nunca termina de entrar en lo dicho y por lo tanto exige una posición del que dice. Y nos podríamos valer de la tautología para afirmar: decir es decir lo que hay que decir.  Propongo esta definición tautológica. Que sirve, porque ustedes habrán notado que no siempre se dice lo que hay que decir.
Entonces, me parece que por acá podemos entrar a… que eso también marca, decir lo que hay que decir marca la dimensión política, la dimensión de intervención del psicoanálisis, las coordenadas temporales en las que se dice. No es lo mismo decir en un momento que irse mascullando y bueno, “¿por qué no dije?”, “tendría que haberlo dicho” y aparecer a los cuatro días diciendo algo que… “¿con qué se vino este?” O sea, que el decir tiene que ver con a quién se lo dice, “le tengo que decir a alguien alguien, algo a alguien y no se lo digo entonces voy y lo digo allá…” El decir tiene que ver con esto, es una intervención y me parece que por ahí podemos entrar y ya ir saliendo a la vez con la cuestión de la Políticas de la transferencia.
Y aquí bueno, anoté algunas cosas porque bueno, el agradecimiento a la invitación es el agradecimiento además por lo que siempre produce una invitación a hablar de algo, que es, bueno, uno se pone a pensar en eso, escribe, a ver… Bueno, y quería referirles algunas líneas sobre esto de las políticas de la transferencia. En primer lugar me pareció que se podía pensar a la transferencia como un rasgo o un índice de la política del inconsciente. En tanto el inconsciente es un hecho de transferencia, se realiza ahí en la transferencia o en transferencias. Es decir que, ustedes se acuerdan de eso: no es óntico, no es algo, una pieza, un ordenamiento, sino que es algo que toma existencia en transferencias. Una transferencia que yo diría específica, hay muchas transferencias, el amor de transferencia, etcétera, hablo de la transferencia analítica, el inconsciente toma existencia en esa transferencia. Y el analista, ustedes conocen esa frase de Lacan: el analista forma parte del concepto de inconsciente. Y yo diría, tomaría eso, lo torcería un poco y diría: el analista forma parte del inconsciente en la transferencia, forma parte del inconsciente. El inconsciente realizado en transferencia no es sin el analista allí, lo cual plantea la cuestión de la política frente a la transferencia, que creo que está muy en línea con el título de nuestra conversación. Entonces, la transferencia podría ser la política del inconsciente en el sentido más amplio y más radical, casi la estrategia del inconsciente. Y ubicar allí, en ese campo que la transferencia crea y en esto se ve también lo político de la cosa porque toda política crea un campo, digamos, un campo en donde se desarrollan los hechos como se dice, toda política crea un horizonte. La transferencia crea eso y uno podría decir bueno, están ahí, en ese campo de la transferencia, lo que llamamos formaciones del inconsciente. El chiste, diría, si algo tiene una dimensión paradigmáticamente política es el chiste; también el síntoma, como términos decisivos de la política del inconsciente.
Entonces, decíamos hace un rato: decir lo que hay que decir. Me parece que eso es lo que se espera de un analista a condición de que ese “decir lo que hay que decir” sea una referencia a lo que efectivamente fue dicho, a lo que estuvo a punto de decirse, a lo que sin decirse fue dicho. Y a condición de que este “decir lo que hay que decir” por supuesto lo despeguemos de cualquier mandato superyóico; que sea más bien un prestarse a que eso se diga, un prestarse, si ustedes quieren, a que eso haya sido dicho. A que eso que se tiene que decir haya sido dicho.
Bueno, como ustedes ven, esto es absolutamente exiguo y yo precisaría la política del analista, o si ustedes quieren el hacer del analista en la exigüidad para distinguirlo de lo profuso de la intervención psicoterapéutica. Esto no tiene nada que ver con hablar mucho, hablar poco, hacer un ruido, no tiene que ver… No es una cuestión cuantitativa sino casi diría conceptual o categorial. Creo en la exigüidad de la política del analista.
Y bueno, finalmente tocaría la cuestión de la extensión diciendo que no hay diferencias en este sentido entre la intensión y la extensión. Cualquiera, hasta los que gustan levantar una frontera entre intensión y extensión… ustedes saben que las fronteras son muros que se levantan justamente para que ahí se contrabandee, digamos, se trafique en las fronteras. Aún los que levantan las fronteras más inaccesibles entre un campo y el otro, yo creo que cualquiera admitiría que la extensión es un campo de transferencias. Se dice, muy a gusto diría yo, que los practicantes… bueno, se dice así, se dice: “los analistas están ahí como analizantes”. Nosotros preferimos poner “analista” ahí muy entre paréntesis, digamos. “Quienes practican el psicoanálisis están en la extensión a título de analizantes”, se dice.  Entonces, si están a título de analizantes en algún lugar tiene que haber analista ahí, analista como función. Y tiene que haber experiencia analítica, si es que están efectivamente como analizantes. Otra cosa es eso que se dice, bueno, “están ahí como neuróticos”, esto se dice mucho en las instituciones, “están como neuróticos”. Ahora, si decir “están ahí como neuróticos” es abrir la posibilidad, digamos, o la aquiescencia a todos los fenómenos obscenos que proliferan en los grupos de neuróticos, bueno, creo que ante eso habría que detenerse un momento y decir que efectivamente en ese campo de transferencias hay distintas políticas. Distintas, quiero decir, a la que planteábamos recién. Si la política de la transferencia, si la política frente a la transferencia es abstenerse del poder que la transferencia otorga para que la transferencia se despliegue podríamos decir que la política que en la extensión plantea que no hay más remedio que el ejercicio del poder, digamos, es una política anti psicoanalítica. Y yo creo que los efectos de esa política están a la vista.
Bueno, por ahora…

Alberto: Bueno, buen día. En principio quisiera que retengamos esto último que dijo Néstor porque me parece que ahí estamos en el punto que me parece que tiene que ver con esta convocatoria a esta mesa. Qué pasa con la política, qué pasa con el psicoanálisis, qué tipo de política puede devenir del psicoanálisis y si es pertinente decirlo así. Digo esto en función de lo que dijo Néstor, me quedé… anoté algunas cosas que planteó Néstor y que seguramente van a participar de lo que me va sacudiendo para que hable. Ya que estábamos hablando de lo que hay que decir, bueno, yo tengo que estar un poquito sacudido para hablar. Me pueden pegar para que me calle después. Y hablando del sacudido… pasaron varias cosas que podríamos decir que están en el marco, en el punto donde en este momento estoy hablando, donde yo llego acá y hablo. Varias cosas. Menciono algunas porque la mayor parte de esas cosas son desconocidas.
Una de ellas es que había decidido venir a hablar y no había tomado nota de nada, yo diría a esta altura, casi como es mi costumbre. Después me agarran otros apuros. Y luego, de manera, podríamos decir epiléptica, me puse a escribir una cantidad de cosas, que son notas que son interesantes, después tal vez las pueda leer. Una vez que hice esto… cuento este circuito porque me parece que tiene que ver con esto que nos compete, que nos concierne en relación a “lo inconsciente”, “analista”, “psicoanálisis”, varias cosas que mencionó Néstor. Luego de todo esto, ya se me hacía tarde, salí corriendo para acá y por supuesto me olvidé los anteojos. No es… digamos, además de que no sea raro, ¿no es raro qué? No es raro el lapsus, el acto fallido, eso es lo que no es raro por más que cada vez que ocurre es algo inesperado, contingente, donde hay un no saber de lo que ocurre, cosa que quiero seguir preservando, ese no saber. Podríamos decir: lo que hice fue no responderme rápidamente a por qué me olvidé los anteojos. Es una medida en reserva que me parece que debe tener que ver con la experiencia en relación a lo inconsciente, de la cual vengo formando parte hace un tiempo. Entonces por eso no me respondí. No es que tenga mucha importancia mi respuesta sino que me parece que tiene importancia el circuito que me hizo no responder rápidamente y darle un sentido inmediato que hizo que ustedes se rieran cuando dije: “me olvidé los anteojos”. Que yo también, vine en el taxi y dije: “qué boludo, otra vez,  me olvidé los anteojos”. Y el tachero me dijo: “¿Quiere que volvamos?” Y yo le dije: “¡De ninguna manera!” ¿Cómo de ninguna manera? ¿Por qué esa respuesta? Y, porque se trata de lo que me indica el lapsus. Simplemente pensé, ahora que lo estoy diciendo, estar dirigido por el lapsus, o sea, estar conducido, más que por el tachero, por el lapsus. O sea, decidí dejarme direccionar por esto. Por lo tanto, en buena hora, digo ahora, en buena hora. ¿Por que? Y porque me parece que tiene que ver con lo que, insisto, nos concierne en esta práctica rara que hacemos que se llama psicoanálisis.
Y digo rara porque me parece que para mí sigue siendo rara, me parece siempre rara. ¿Por qué? Porque hay algo del artificio que se pone en juego, en esta práctica, que hace que en algún momento me haya encontrado diciendo “el analista es un malentendido”. O sea, no solamente que está en el lugar del malentendido, el une-bévue y todas las cosas que tenemos… que recorremos textos. Sino que es un malentendido porque, cuando Néstor decía “alguien”, entonces anoté por acá: ¿alguien?, ¿qué alguien? Y acá estoy discutiendo un poquito con Néstor, que ya… él… él lo va a saber recepcionar. ¿El analista es alguien? Y yo diría no, en principio no, respondo no, inmediatamente, no es alguien. Digo que el analista es un producto, un efecto del discurso. O sea, no es alguien, es algo en todo caso, que tiene que ver más con una función que con un “alguien”. Digo esto así, desordenadamente, no para que tomemos nota sino para, precisamente, que esto luego sea un intento de conversación, de charla, de discusión sobre estas cosas que estoy pensando ahora. Entonces, ese “alguien”, diría no, no es un alguien, es un efecto del discurso, es una fabricación del discurso en una situación particular, singular que se llama la experiencia del análisis, se llama el psicoanálisis en intensión, se llama… tenemos distintos nombres para darle a esta experiencia que ocurre en el ámbito de cierta privacidad aunque estemos en el Centro de Salud Mental número 1.
Y que, de paso, digo esto porque tiene que ver con preocupaciones que acudían a venir a hablar hoy acá, que es una ocasión para hablar de psicoanálisis, como dijo Néstor. Es una ocasión para que pongamos en jaque nuevamente, una y otra vez, qué es el psicoanálisis, qué es la práctica analítica, o sea, esto no es que… Como una vieja amiga que le decía el hijo, cuando estaba con el tomo de Freud: “¿pero todavía no lo terminaste ese libro?” Porque iba siempre con el tomo de Freud. Evidentemente no se termina eso, hay una puesta en jaque permanente de la doctrina, de la teoría, de lo que estamos pensando con respecto a nuestra práctica. Así me ubico, así me vengo inclinando en esta práctica, poniendo en cuestión estos conceptos.
Y me parece que esto va de la mano de lo que entiendo como el punto, en este momento histórico por llamarlo así, en esta ciudad, en este lugar, en este tiempo, como un punto crucial en relación a la divisoria entre el psicoanálisis y los otros discursos. Y que me parece que tiene que ver con que si hay una distinción que no hay que dejar de seguir haciendo, y me parece que esto tiene que ver con la posición de este nuevo discurso llamado discurso del psicoanálisis, que es un nuevo discurso, y ahora voy a decir por qué es un nuevo discurso. Ya digo: porque intenta no… digamos, intenta la tachadura, intenta el vacío, intenta no parchear permanentemente al Otro sino que intenta dejar el vacío como preservándolo para  que allí se produzca algo que tiene que ver con la transmisión, una y otra vez, de eso mismo que produce el discurso psicoanalítico y que el  analista va a parar ahí. Por eso, cuando digo que no es alguien digo que es el analista, esa función, la que va a parar en ese vacío, que va a ser (va a hacer) restarle sentido. Y digo, termino de decir la frase que quería decir, que tiene que ver con la psicoterapia, que va de la mano de la religión. Y me parece que estamos siempre en esta distinción que hay que hacer y en esta, podríamos decir, más que oposición, es un flagrante combate en el terreno de los discursos. La psicoterapia, la religión… porque no es lo mismo, digo, porque ahí estamos en el ámbito de la hipnosis, estamos en el ámbito de lo que Freud llamaba las neurosis colectivas, que Marx llamaba el opio de los pueblos. Que fíjense que en Psicología de las masas Freud menciona, define, de la misma manera que va a definir luego en Más allá del principio del placer a la pulsión de muerte como algo asimilable a la masa, la hipnosis y la religión.
Entonces esto, con la pulsión de muerte, con la reactivación de la pulsión de muerte, es similar a lo que va a decir Marx en la primera página de El capital. Les voy a comentar algo en relación a lo de El capital porque también acudió a la cita, El capital acudió a la cita. Pensé que no era por la política sino que tenía que ver con algo, evidentemente, que tiene que ver con Freud. Marx dice en El capital que los súbditos, más o menos así, los súbditos son… que hay rey porque hay súbditos. O sea que la sumisión, la opresión, tiene que ver con el poder que se le otorga al rey; el rey es rey porque hay súbditos. Freud va a decir algo similar en Psicología de las masas en relación a la hipnosis y en relación a las masas que efectivamente tienen que ver con una proposición de creencia en el Otro, lo diríamos en términos actuales. La existencia del Otro es lo que Lacan va a tachar, en su algoritmo, lo tacha. O sea, que no es lo mismo decir “Dios es inconsciente”, creer en el inconsciente, que creer en Dios.
Digo, que me parece que estamos en el punto crucial, y diría político, en lo psi, en lo llamado psi. Y digamos, todos estamos afectados por este virus. Porque cuando digo “psicoterapia”, y pienso en psicoterapia, es una pregunta que me formulo en mi propia práctica. ¿Y en qué punto podemos estar…? Primer punto: ¿por qué no la psicoterapia? ¿No? Porque psicoterapia, bueno, así la llama Freud inclusive, El provenir de la psicoterapia psicoanalítica, “psicoterapia”. Y, porque precisamente la misma enseñanza que nos da Freud y el psicoanálisis, la experiencia del psicoanálisis, es que la psicoterapia tiende a restituir el pasado, lo restituye, el estado anterior. Por eso esa definición de la pulsión de muerte con la hipnosis, las masas y la religión. Es porque tienden a restituir el estado anterior. O sea, el estado anterior ¿cuál es? El estado anterior de aquél que viene a solicitar, a hacer una demanda, una consulta que dice: “yo estaba bien, hasta ahora estaba bien y ahora no lo estoy, me pasó determinada cosa, quiero volver a estar bien”. La búsqueda de esa restitución está, precisamente, a mi entender, en el núcleo de la demanda de análisis. Está. Digamos, que lo que hay que distinguir, lo que se distingue es la posición de quien la escucha. Porque en esa demanda, la demanda de restitución del estado anterior, podríamos decir, es una demanda de psicoterapia, yo lo llamaría así. Está de la mano de la religión porque tiene que ver con la creencia, porque tiene que ver… Y la creencia, digámoslo una vez más, no tiene que ver con la creencia en Dios, no es la única creencia. Las creencias están siempre a la orden del día, en todos lados, no solamente en las instituciones psicoanalíticas. También en las instituciones psicoanalíticas, pero ¿por qué? Porque formamos parte del discurso corriente, somos todos… Digamos: cuando Freud plantea de la imposibilidad, de lo imposible del lugar del psicoanálisis, del analista, en El malestar en la cultura plantea que allí hay una paradoja, hay algo que tiene que ver con lo imposible que es a lo que nos acercamos con este discurso del vacío, del no sentido, del restar sentido, del paso de sentido. Todo esto que es lo difícil, yo diría, lo imposible de soportar da lugar a la religión, la psicoterapia… que bueno, que me parece que siempre estamos en el punto de distinción. Y me parece que no debemos abandonar esta pregunta, este interrogante, esta interrogación, interrogar algo de esto. Porque la restitución al estado anterior que va de la mano de la pulsión de muerte, es mortífero y que, podríamos decir, es exactamente la contrapartida de la ley del deseo, es decir, de la ley que instaura el deseo a pura pérdida. Que sería el devenir del sujeto, a pura pérdida más que a restitución.
Por lo tanto, digo, lo de Marx acudió  a la cita porque acabo de ver una película que, a partir de… Hay un director alemán que se llama Alexander Kluge que estuvo en este momento en vigencia en todos los diarios y revistas de Capital Federal que tiene que ver con hacerle un homenaje a Eisenstein con respecto a filmar El capital. Alexander Kluge decide tomar la posta, y esto tiene que ver con la transmisión más que mi interés particular por este tema, tiene que ver con cómo Eisenstein, que se junta con Joyce en París en 1927 y le plantea a Joyce, precisamente, filmar El capital y el Ulysses. Dice que la estructura narrativa del Ulysses y la estructura narrativa que Joyce porta es poemaria, es circular y que tiene que ver con una modalidad de transmisión que es proclive a lo que él entiende que se podría transmitir filmando El capital, un tratado de economía política que, bueno, sabemos que es el descubrimiento de las leyes del capitalismo y de la plusvalía, es decir, la piedra angular de la explotación del hombre por el hombre. Esto que estamos hablando de la opresión, de la hipnosis, esto que plantea Freud, que va de la mano de la pulsión de muerte, es decir, no de la mano del deseo, no de la mano de la pura pérdida está, podemos decir, en el ojo de la tormenta en relación a la transmisión. Bueno, Kluge lo hace, filma 9 horas y media, que todavía no está para ser vista, todavía no están los subtitulados, acabo de ver 83 minutos de esa película que es muy interesante como propuesta.
Y voy a lo de la propuesta, que también acude a la cita acá, que tiene que ver con Foucault. Foucault dice, para mi asombro, este es el punto que a mí me interesa leer Foucault, que siempre me corre la mira, me tuerce la deducción lógica que estoy por terminar de hacer. Y dice, ante una pregunta en un reportaje dice, con respecto a la política, le preguntan: bueno, pero entonces terminamos con… ¿después de la crítica o de las críticas vienen las propuestas? Esto lo escuchamos siempre, bueno, las críticas, luego vienen las propuestas, “criticá y proponé”, ¿no? Toda esta lógica. Y Foucault dice: no, no, nada de propuestas. ¿Cómo nada de propuestas? La propuesta es una propuesta, no va a poder ser sino una propuesta, por más buena voluntad que haya, una propuesta de reproducción del dominio de lo que se quiere proponer. Hay un, podríamos decir, hay un núcleo de dominio. Y acá estamos con la cuestión del dominio, la hipnosis, el hipnotizado, el hipnotizador, la transferencia… me parece que estoy llegando a alguna… a alguna orillita… Pero digo, el dominio dice Foucault, cosa que me sorprendió, dice: nada de propuestas, lo que tendremos que hacer en todo caso es ver si podemos encontrar instrumentos útiles que nos permitan pensar, poner en cuestión, debatir y ver qué es lo mejor para seguir avanzando. ¡No! ¡Ninguna propuesta! Es como si hubiera dicho: ni aunque yo mismo haga la propuesta, no se trata de una propuesta buena o mala. Se trata de encontrar, hoy diría, dispositivos tal vez para ponernos a pensar en el sentido de la fecundidad que puede dar lo equívoco, o sea, que podamos pensar para poder seguir avanzando en algo.
Y esto lo relaciono con algo que está pasando en la institución de la que formo parte, por eso digo que hablo en un punto hoy que no puedo, digamos, puedo excluir pero me parece que tiene, estoy… eh… no sé cómo decirlo… no sé si atravesado, inmerso, sumergido, en algo que está ocurriendo en este tiempo en una institución psicoanalítica de la que formo parte. Y estamos, hemos participado de un grupo de 34 personas; 15 personas o yo diría así: 3 personas y 12 personas más… Sí, porque cero que ahí hubo un efecto de masa y me parece que esto no lo puedo dejar de decir, hubo 15 renuncias o que se transformaron en 15 renuncias, digamos. Digo que hubo un efecto de masa y puedo, mi lectura puede estar… puede ser errónea porque formo parte de esta situación, de la cual soy una de las personas que no renunciaron. Eso a mí no me… no es que me tranquiliza, no me garantiza nada, digamos, no sé si eso es bueno o es malo para el pueblo judío pero de todos modos soy uno de los que se quedó. De los que se quedó discutiendo y planteando cuestiones, digamos, no es que estábamos en asambleas y demás. Bueno, esto ocurre donde luego hay una división de la Institución Psicoanalítica de Buenos Aires, que es a la Institución a la que me estoy refiriendo, y que bueno, produjo efectos. Efectos, impactos, distintas cosas; que están incluidas la del amor, están incluidas la de la transferencia, y están incluidas la de la terminación del amor, está incluida la disolución de la transferencia.
Y acá voy ya un poco terminando me parece… ¿no? Voy a ver si puedo encontrar algunas citas que hice… algunas citas no, algunos escritos que hice que tienen que ver con por dónde comencé. Y voy a decirlas como me las acuerdo. Uno de los puntos es que el analista en la transferencia, dice Lacan, está… no sé cuál es el término que dice, tiene un poder, detenta un poder, la transferencia le otorga un poder. El poder ese que estábamos refiriendo en relación a Freud, a lo que dice de la hipnosis y a Marx en el caso del psicoanálisis, o de la relación analítica, tiene que ver con la transferencia, esto se llama transferencia, entre otras cosas. Digo, porque la transferencia tiene más vertientes. Pero digo, tomando esta vertiente, hay un poder en la transferencia. Pero sigue tomando la brecha de Freud diciendo: efectivamente es un poder que el analista va a tener que restringir, va a tener que no usar, es un poder para no ser usado. Este es el punto, por eso digo, este es el punto de lo imposible del lugar del analista: es un poder, podríamos decir, que detenta… Freud le hace decir a Anatol France, se toma de… cita a Anatol France para decir algo de esto, ahora les voy a leer, ahí sí hay una cita. Dice: “Aquel que esté revestido de un poder es muy difícil que no lo utilice”, dice Anatol France. Digamos, está viendo acerca de lo imposible del no uso de este poder, o sea, de no… no usufructuarlo, (sino) de no usarlo a este poder. Entonces en ese punto es una tarea imposible, cuando decimos el psicoanálisis o el analista, el gobernador, ¿no? Es imposible. ¿Por qué? Porque tiene que ver con lo mismo, está relacionado con lo imposible. Y sabemos que en Lacan lo imposible tiene dimensiones, que tiene que ver con lo Real, lo que no cesa de no escribirse, etcétera. Pero me parece importante que este poder que no puede ser usado, digamos, entonces ¿qué es lo que va a implicar? Va a implicar que en el ojo de esa tormenta el analista va a, digamos, cuando comienza esa relación analítica se dirige hacia la disolución de la transferencia. Que es paradojal, comienza para disolver la transferencia. Ya que, recordemos, que Lacan dice que aquél que viene a consultar ya viene con la transferencia puesta, o sea que no es que establece, bueno, tenemos que afianzar la… No, no, no, es exactamente el movimiento contrario, de lo que se trata es de disolver. ¿Y qué…? Podríamos decir: es paradojal, es paradojal. Bueno. Esto yo lo quería decir, lo quería enunciar porque esto paradojal me parece que es, bueno, en principio es interesante y es atractivo pensar que la transferencia en su paradoja otorga un poder para que no se use. Freud decía bueno, el analista no debe hacer esto, y manda la lista de lo que no debe hacer, o sea… Es interesante, nuevamente, es lo que no debe hacer, no dice lo que debe hacer. Y esto está inmerso en una lógica, podríamos decir, que tiene que ver con la paradoja. No sé si él lo entendía así pero de todos modos dice lo que no, o sea, se ausenta cada vez. Por eso vuelvo al punto del analista que no es alguien, podríamos decir: está destinado a no ser alguien, lo diría así. Esto yo lo tendría que anotar para después hacer un trabajo y ponerlo… Claro, está destinado a no ser alguien, este es el punto. Podríamos decir, es alguien que está destinado a no ser alguien, porque uno oficia de analista, uno pone el cuerpo. Pero de todos modos es para vaciarlo, es para disolver ese alguien que hay ahí. Por eso hay un sujeto que es el que habla en una situación analítica. Entonces, por lo tanto, ya concluyo, acá Néstor me dice que ya el tiempo se está acabando… que es mi coordinador personal…

Néstor: No, no, está empezando a…

Alberto: Ya concluyo. Y que no puedo dejar de decir por donde comencé, después vamos a discutir, que la fórmula de la autorización de Lacan es una fórmula que implica el no más que. La fórmula de autorización de Lacan es que “el analista no se autoriza más que por él mismo”. Esta sería, podríamos decir, la traducción que entiendo que tiene que ver con el valor de esta formulación más que la traducción correcta sino que la que tiene que ver con ese… además que es la que entiendo que es literal. Pero de todos modos, más allá de la literalidad, tiene que ver con el no más que él mismo, o sea, que hay una relación de exclusión, de Estado… Centro de Salud Mental… Y lo menciono porque estoy acá, o cualquier ámbito, institución, instancia, etcétera, que implique la no exclusión de esa otra instancia. Por lo tanto es en el marco de esa relación que ocurre o que puede ocurrir contingentemente el acto analítico. Bueno, paro acá. A pedido de…

Néstor: A pedido del público.

Alberto: A pedido del público presente. Bueno, la idea es que podamos conversar.

Héctor Serrano: Sí, sí, preguntas, comentarios, abrir un poquito lo planteado.
Una cosa, digo, para empezar a (hilvanar) un poco, que es la idea de la política, entender una política posible del psicoanálisis, que es una política no restitutiva, en el sentido de la diferencia con la psicoterapia y esa versión un poco… un poco no, bastante ortopédica, en el sentido de volver. Que me parece que tiene alguna relación con lo que contabas al principio en la cosa del taxista ¿no? Que él te dice “¿volvemos?” No, no volvemos nada. No es en esa dirección. Una política respecto del tiempo, de cómo entender la dimensión del tiempo. Esa es una de las cuestiones que quedó por ahí. Ya aparecerán otras.

Alberto: ¿Cómo?

Héctor: Ya aparecerán otras cuestiones.

Alberto: Puedo decir algo en relación a esto, que se me presenta ahora. Que tiene que ver, lo primero que se me presenta es que tiene que ver precisamente con no ir a contramano de la castración. O sea, esta restitución va, efectivamente, a contramano de la castración, de lo que mencionaba como el devenir del deseo en relación a la pura pérdida. O sea, que no se trata de volver a lo inanimado, podríamos decir, si fuéramos extremos. Pero tiene que ver con eso mortífero que plantea Freud, me parece que es muy…

Fermín Rodríguez: Como ad integrum ¿no?

Néstor: ¿Con?

Fermín: Ad integrum, esa es la restitución (de él). Y en este sentido me acordaba que Freud no dice restitución, sino dice intento de restitución.

Alberto: Intento.

Fermín: Lo cual coincide con esto de no ejercer el poder porque sería de alguna manera cristalizarlo, esa fantasía de la restitución. Y en este sentido quería preguntarte por qué hablamos de la posición del analista cuando a mí me parece que (…) habla de algo determinante. Siempre toda posición es relativa a algo, a algo que también debe (tener) algún tipo de fijeza para que una posición sea posible. Y no por ahí hablar de una disposición en el sentido de no algo localizado sino algo que adviene. En última instancia la posición sí, viene de otro, toca al poder, si uno lo asume queda impotente como analista.

Alberto: Exactamente. Coincido con lo que decís. Efectivamente creo que cuando pienso que el analista está ubicado, es una producción discursiva, inesperada, hay una disposición de aquél que se ofrece a oficiar de analista. Y esa disposición, para seguir usando este término, no es azarosa, o sea, no es… Es un devenir que hace que aquél que se ofrece  a ubicarse allí, con esa disposición pueda sostener eso, esa disposición. Estoy de acuerdo con la disposición porque el lugar del analista lo va a indicar el discurso. O sea que efectivamente cuando uno está posicionado como analista, podríamos decir, cuando uno está con la pipa, con la pipa en el sentido del fenotipo histórico del analista, está ubicado precisamente en un lugar de impostura con respecto al lugar que puede llegar a tom… a tener, digamos. Para ser vaciado, por supuesto. Eso.

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