jueves, 25 de agosto de 2011

qué no es psicoanálisis (I)

Puede parecer poco elegante o esquivo plantear una pregunta bajo el modo de la negación pero ello obedece por lo menos a dos motivos.

El primero, la gran difusión que ha tenido todo lo que el psicoanálisis, precisamente, no es. En este sentido el título de estas notas tiene una razón política: quiere denunciar, atacar, combatir lo que se presenta como psicoanálisis y no tiene ningún derecho ni mérito para ello.

Puede parecer ingenuo hablar de combate en una época en que los combates son cada vez más sangrientos pero hablar de ello se considera demodé. Asumo esa ingenuidad si fuera el caso y las modas no son algo que me desvele.

El deterioro discursivo que afectó a lo que se llama psicoanálisis en extensión en los últimos treinta años es inédito. No porque anteriormente haya sido un dechado de virtudes. Pero antes que el retorno a Freud que Lacan impulsó, lo que se evidenció fue más bien la aceleración de su distanciamiento.

El desvío más notorio del psicoanálisis ha sido sin duda su medicalización. No debería sorprender en una época en que hasta la política ha medicalizado su thesaurus. Es difícil de distinguir, y hasta es dudoso que sea pertinente distinguir en cuánto ese desvío viene de “dentro” o es un movimiento de asimilación cultural. Sin duda el origen médico del psicoanálisis - por lo menos de su fundador - ha podido dar pretextos para ese desvío. Pero el psicoanálisis no es una rama de la medicina ni de la psiquiatría ni de la psicología ni es un método terapéutico. No es nada de eso.

Se insiste, se insiste demasiado, en que el psicoanálisis cura por añadidura. Y la insistencia es porque se quiere promocionar que cura. Pero tal vez no cura. O tal vez no siempre cura. ¿Pero qué sería curar? Seguimos en la cacerola de la medicina.¿ Curar de qué? No se advierte el mismo interés en difundir otra formulita de Lacan respecto del sujeto: la que lo define como incurable. Seguramente es un slogan menos apropiado para atraer al neurótico que sufre. Aunque quién sabe, la demanda tiene caminos insondables.

Lo cierto es que la oferta de “psicoanálisis” ha tomado un aspecto verdaderamente penoso. Sería mejor decir obsceno y hasta carente de “ética” aún desde los parámetros con que la medicina misma define una ética, una deontología, como se le llama. Entre esos parámetros está el no promocionar, no prometer curaciones. La publicidad psi – una de las dos vertientes predominantes, enseguida me referiré a la otra – consiste en un listado de síntomas. Es un mix variable de términos que provienen de la psicología, la literatura “psicoanalítica”, la psiquiatría, el DSM IV (a su vez éste un mix en muchos puntos desopilante). Depresión, angustia, miedos, conflictos de pareja. Sin duda el efecto buscado es del tipo “a mí me ocurre eso”. Otros, pretendidamente más serios, anuncian algo que estaría entre “la técnica” y la “especialidad”: parejas, familia, niños y/o adolescentes, grupos, terapias breves. Lo cual acerca estas publicidades a las empleadas por las prácticas de cosmetología y estética corporal que promocionan sus métodos, más que a las de la medicina propiamente dicha.

Pero las publicidades más jugosas son aquellas psicoanalíticas estrictamente lacanianas. Del tipo “haz un psicoanálisis y asume tu deseo”. Están en las antípodas de las otras. Nada de medicina: psicoanálisis lacaniano en estado puro: la experiencia psicoanalítica es esto o aquello. Y por supuesto se recomienda hacerla, como si un psicoanálisis fuera algo “recomendable”. Cabría preguntar quién y con qué designio se realiza tal recomendación. Lacan solía decir que un psicoanálisis era lo que podía esperarse de un psicoanalista. Nunca que es lo que se espera que un psicoanalista recomiende. Inevitablemente se vuelve a la “indicación” y no hace falta escarbar demasiado para comprobar cuál es el interés que subyace a este anhelo altruista de poner al alcance de todos los beneficios del psicoanálisis.

El psicoanálisis no es, pues, una psicopatología.

¿Es acaso una teoría, una ciencia, una técnica?

Uno estaría tentado a responder precipitadamente que sí. ¿No hay allí – allí, digo en los más variados medios de difusión – doctores, licenciados, profesores, magísteres, en psicoanálisis? Si los hay es porque hay doctorados, licenciaturas, cátedras, maestrías. Hay instituciones “psicoanalíticas” cuya tarea parece concentrarse en “formar” psicoanalistas. Hay países, ciudades, donde las carreras de psicología, salud mental, incluso psiquiatría parecen haber sido “tomadas” por “psicoanalistas” incluso tras virulentas disputas académicas entre diversos grupos.
Sin embargo todo ese extenso y profuso campo de estudio, investigación, enseñanza, formación, debe confrontarse con algunas afirmaciones del creador mismo del psicoanálisis o de figuras a su altura como por ejemplo la de J. Lacan. Con afirmaciones por ejemplo, como estas: que un analista es el efecto o el producto de un análisis, que no hay formación de analistas, que el psicoanálisis no es una ciencia, que tampoco es una profesión. Que ni el estado ni ninguna autoridad podría calificar a alguien de psicoanalista pues el psicoanalista se autoriza por sí mismo. Pues sus aptitudes no se sostienen de un saber. No, al menos de ese saber que dispensan las universidades o los institutos. Más aún, un analista puede funcionar como analista precisamente desprendiéndose de ese saber, y si su “formación” coincide exactamente con su análisis es porque éste puede conducirlo a un no saber y a soportarse en ese no saber.

Como se ve, podrían aventurarse similitudes, hilos, evocaciones, entre el psicoanálisis y prácticas, experiencias de otras épocas, de otras culturas, lo que a veces se ubica con esos apelativos un tanto vagos de sabidurías. Más próximas al oficio, al oficiar, al oficiante, decididamente ajenas al saber, la profesión y la técnica.

Esta alusión a tales prácticas tiene su sentido pues hay un fecundo extrañamiento del psicoanálisis respecto no de su época, sino de los rasgos que la han oscurecido. El psicoanálisis es inasimilable a la fetichización y la acumulación del saber, al utilitarismo, a la colonización y mercantilización de la subjetividad.nb

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